Página 508 - El Conflicto de los Siglos (1954)

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El Conflicto de los Siglos
sentimientos de incredulidad, consideran que deben conservar sus
posiciones. Y así es como se unen con los impíos y se cierran las
puertas del paraíso.
Dios ha dado en su Palabra pruebas suficientes del divino origen
de ella. Las grandes verdades que se relacionan con nuestra reden-
ción están presentadas en ella con claridad. Con la ayuda del Espíritu
Santo que se promete a todos los que lo pidan con sinceridad, cada
cual puede comprender estas verdades por sí mismo. Dios ha dado a
los hombres un fundamento firme en que cimentar su fe.
Con todo, la inteligencia limitada de los hombres resulta inade-
cuada para comprender los planes del Dios infinito. Nuestras inves-
tigaciones no nos harán descubrir jamás las profundidades de Dios.
No debemos intentar con mano presuntuosa levantar el velo que
encubre su majestad. El apóstol exclama: “¡Cuán incomprensibles
son sus juicios, e inescrutables sus caminos!”
Romanos 11:33
. No
obstante podemos comprender lo bastante su modo de tratar con
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nosotros y los motivos que le hacen obrar como obra, para reco-
nocer un amor y una misericordia infinitos unidos a un poder sin
límites. Nuestro Padre celestial dirige todas las cosas con sabiduría
y justicia, y no debemos vivir descontentos ni desconfiados, sino
inclinarnos en reverente sumisión. El nos revelará sus designios en
la medida en que su conocimiento sea para nuestro bien, y en cuanto
a lo demás debemos confiar en Aquel cuya mano es omnipotente y
cuyo corazón rebosa de amor.
Si bien es cierto que Dios ha dado pruebas evidentes para la
fe, él no quitará jamás todas las excusas que pueda haber para la
incredulidad. Todos los que buscan motivos de duda los encontrarán.
Y todos los que rehusan aceptar la Palabra de Dios y obedecerla
antes que toda objeción haya sido apartada y que no se encuentre
más motivo de duda, no llegarán jamás a la luz.
La desconfianza hacia Dios es producto natural del corazón
irregenerado, que está en enemistad con él. Pero la fe es inspirada
por el Espíritu Santo y no florecerá más que a medida que se la
fomente. Nadie puede robustecer su fe sin un esfuerzo determinado.
La incredulidad también se robustece a medida que se la estimula; y
si los hombres, en lugar de meditar en las evidencias que Dios les ha
dado para sostener su fe, se permiten ponerlo todo en tela de juicio
y entregarse a cavilaciones, verán confirmarse más y más sus dudas.