Página 514 - El Conflicto de los Siglos (1954)

Basic HTML Version

510
El Conflicto de los Siglos
al Hijo, no verá la vida.”
Juan 3:36
. Todo hombre puede adquirir
un bien tan inestimable si consiente en someterse a las condiciones
necesarias. Todos “los que perseverando en bien hacer, buscan gloria
y honra e inmortalidad,” recibirán “la vida eterna.”
Romanos 2:7
.
El único que prometió a Adán la vida en la desobediencia fué
el gran seductor. Y la declaración de la serpiente a Eva en Edén—
“De seguro que no moriréis”—fué el primer sermón que haya sido
jamás predicado sobre la inmortalidad del alma. Y sin embargo, esta
misma declaración, fundada únicamente en la autoridad de Satanás,
repercute desde los púlpitos de la cristiandad, y es recibida por la
mayoría de los hombres con tanta prontitud como lo fué por nuestros
primeros padres. A la divina sentencia: “El alma que pecare, ésa
morirá” (
Ezequiel 18:20
), se le da el sentido siguiente: El alma que
pecare, ésa no morirá, sino que vivirá eternamente. No puede uno
menos que extrañar la rara infatuación con que los hombres creen
sin más ni más las palabras de Satanás y se muestran tan incrédulos
a las palabras de Dios.
Si al hombre, después de su caída, se le hubiese permitido tener
libre acceso al árbol de la vida, habría vivido para siempre, y así el
pecado se habría inmortalizado. Pero un querubín y una espada que
arrojaba llamas guardaban “el camino del árbol de la vida” (
Génesis
[589]
3:24
), y a ningún miembro de la familia de Adán le ha sido permitido
salvar esta raya y participar de esa fruta de la vida. Por consiguiente
no hay ni un solo pecador inmortal.
Pero después de la caída, Satanás ordenó a sus ángeles que hicie-
ran un esfuerzo especial para inculcar la creencia de la inmortalidad
natural del hombre; y después de haber inducido a la gente a aceptar
este error, debían llevarla a la conclusión de que el pecador viviría
en penas eternas. Ahora el príncipe de las tinieblas, obrando por con-
ducto de sus agentes, representa a Dios como un tirano vengativo, y
declara que arroja al infierno a todos aquellos que no le agradan, que
les hace sentir eternamente los efectos de su ira, y que mientras ellos
sufren tormentos indecibles y se retuercen en las llamas eternas, su
Creador los mira satisfecho.
Así es como el gran enemigo reviste con sus propios atributos
al Creador y Bienhechor de la humanidad. La crueldad es satánica.
Dios es amor, y todo lo que él creó era puro, santo, y amable, hasta
que el pecado fué introducido por el primer gran rebelde. Satanás