Página 52 - El Conflicto de los Siglos (1954)

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El Conflicto de los Siglos
Bien sabía Satanás que las Sagradas Escrituras capacitarían a
los hombres para discernir los engaños de él y para oponerse a
su poder. Por medio de la Palabra fué como el mismo Salvador
del mundo resistió los ataques del tentador. A cada asalto suyo,
Cristo presentaba el escudo de la verdad eterna diciendo: “Escrito
está.” A cada sugestión del adversario oponía él la sabiduría y el
poder de la Palabra. Para mantener su poder sobre los hombres y
establecer la autoridad del usurpador papal, Satanás necesita que
ellos ignoren las Santas Escrituras. La Biblia ensalza a Dios y coloca
a los hombres, seres finitos, en su verdadero sitio; por consiguiente
hay que esconder y suprimir sus verdades sagradas. Esta fué la lógica
que adoptó la iglesia romana. Por centenares de años fué prohibida
la circulación de la Biblia. No se permitía a la gente que la leyese ni
que la tuviese en sus casas, y sacerdotes y prelados sin principios
interpretaban las enseñanzas de ella para sostener sus pretensiones.
Así fué como el papa vino a ser reconocido casi universalmente
como vicegerente de Dios en la tierra, dotado de autoridad sobre la
iglesia y el estado.
Una vez suprimido lo que descubría el error, Satanás hizo lo que
quiso. La profecía había declarado que el papado pensaría “mudar
los tiempos y la ley.”
Daniel 7:25
. No tardó en iniciar esta obra.
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Para dar a los convertidos del paganismo algo que equivaliera al
culto de los ídolos y para animarles a que aceptaran nominalmente
el cristianismo, se introdujo gradualmente en el culto cristiano la
adoración de imágenes y de reliquias. Este sistema de idolatría
fué definitivamente sancionado por decreto de un concilio general.
(Véase el Apéndice.)
Para remate de su obra sacrílega, Roma se
atrevió a borrar de la ley de Dios el segundo mandamiento, que
prohibe la adoración de las imágenes y a dividir en dos el último
mandamiento para conservar el número de éstos.
El espíritu de concesión al paganismo fomentó aún más el des-
precio de la autoridad del Cielo. Obrando por medio de directores
inconversos de la iglesia, Satanás atentó también contra el cuarto
mandamiento y trató de echar a un lado el antiguo sábado, el día que
Dios había bendecido y santificado (
Génesis 2:2, 3
), para colocar en
su lugar el día festivo observado por los paganos como “el venerable
día del sol.”