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El Conflicto de los Siglos
los muertos fueron juzgados de acuerdo con las cosas escritas en los
libros.”
Apocalipsis 20:12 (VM)
.
Pero si los muertos están ya gozando de la bienaventuranza del
cielo o están retorciéndose en las llamas del infierno, ¿qué necesidad
hay de un juicio venidero? Las enseñanzas de la Palabra de Dios
respecto a estos importantes puntos no son obscuras ni contradicto-
rias; una inteligencia mediana puede entenderlas. ¿Pero qué espíritu
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imparcial puede encontrar sabiduría o justicia en la teoría corriente?
¿Recibirán acaso los justos después del examen de sus vidas en
el día del juicio, esta alabanza: “¡muy bien, siervo bueno y fiel, ...
entra
en el gozo de tu Señor!” cuando ya habrán estado habitando
con él tal vez durante siglos? ¿Se sacará a los malos del lugar de
tormento para hacerles oír la siguiente sentencia del juez de toda la
tierra: “¡Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno!”?
Mateo 25:21,
41 (VM)
. ¡Burla solemne! ¡Vergonzosa ofensa inferida a la sabiduría
y justicia de Dios!
La teoría de la inmortalidad del alma fué una de aquellas falsas
doctrinas que Roma recibió del paganismo para incorporarla en el
cristianismo. Martín Lutero la clasificó entre “las fábulas monstruo-
sas que forman parte del estercolero romano” de las decretales. (E.
Petavel,
Le Problème de l’lmmortalité,
tomo 2, pág. 77.) Comentan-
do las palabras de Salomón, en el Eclesiastés, de que los muertos no
saben nada, el reformador dice: “Otra prueba de que los muertos son
... insensibles... Salomón piensa que los muertos están dormidos y no
sienten absolutamente nada. Pues los muertos descansan, sin contar
ni los días ni los años; pero cuando se despierten les parecerá como
si apenas hubiesen dormido un momento.”—[
Lutero,
Exposition of
Solomon’s Booke Called Ecclesiastes,
pág. 152.
En ningún pasaje de las Santas Escrituras se encuentra declara-
ción alguna de que los justos reciban su recompensa y los malos su
castigo en el momento de la muerte. Los patriarcas y los profetas
no dieron tal seguridad. Cristo y sus apóstoles no la mencionaron
siquiera. La Biblia enseña a las claras que los muertos no van inme-
diatamente al cielo. Se les representa como si estuvieran durmiendo
hasta el día de la resurrección.
1 Tesalonicenses 4:14
;
Job 14:10-12
.
El día mismo en que se corta el cordón de plata y se quiebra el
tazón de oro (
Eclesiastés 12:6
), perecen los pensamientos de los
hombres. Los que bajan a la tumba permanecen en el silencio. Nada