Capítulo 40—El tiempo de angustia
“Y en aquel tiempo se levantará Miguel, el gran príncipe que está
por los hijos de tu pueblo; y será tiempo de angustia, cual nunca fué
después que hubo gente hasta entonces: mas en aquel tiempo será
libertado tu pueblo, todos los que se hallaren escritos en el libro.”
Daniel 12:1
.
Cuando termine el mensaje del tercer ángel la misericordia divina
no intercederá más por los habitantes culpables de la tierra. El pueblo
de Dios habrá cumplido su obra; habrá recibido “la lluvia tardía,”
el “refrigerio de la presencia del Señor,” y estará preparado para la
hora de prueba que le espera. Los ángeles se apuran, van y vienen
de acá para allá en el cielo. Un ángel que regresa de la tierra anuncia
que su obra está terminada; el mundo ha sido sometido a la prueba
final, y todos los que han resultado fieles a los preceptos divinos
han recibido “el sello del Dios vivo.” [
(véase el Apéndice, Nota
13)
] Entonces Jesús dejará de interceder en el santuario celestial.
Levantará sus manos y con gran voz dirá “Hecho es,” y todas las
huestes de los ángeles depositarán sus coronas mientras él anuncia
en tono solemne: “¡El que es injusto, sea injusto aún; y el que es
sucio, sea sucio aún; y el que es justo, sea justo aún; y el que es
santo, sea aún santo!”
Apocalipsis 22:11 (VM)
. Cada caso ha sido
fallado para vida o para muerte. Cristo ha hecho propiciación por
su pueblo y borrado sus pecados. El número de sus súbditos está
completo; “el reino, y el señorío y la majestad de los reinos debajo
de todo el cielo” van a ser dados a los herederos de la salvación y
Jesús va a reinar como Rey de reyes y Señor de señores.
Cuando él abandone el santuario, las tinieblas envolverán a los
habitantes de la tierra. Durante ese tiempo terrible, los justos deben
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vivir sin intercesor, a la vista del santo Dios. Nada refrena ya a los
malos y Satanás domina por completo a los impenitentes empeder-
nidos. La paciencia de Dios ha concluido. El mundo ha rechazado
su misericordia, despreciado su amor y pisoteado su ley. Los im-
píos han dejado concluir su tiempo de gracia; el Espíritu de Dios,
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