Página 600 - El Conflicto de los Siglos (1954)

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El Conflicto de los Siglos
Israel fueron de índole análoga a los juicios más terribles y extensos
que caerán sobre el mundo inmediatamente antes de la liberación
final del pueblo de Dios. En el Apocalipsis se lee lo siguiente con
referencia a esas mismas plagas tan temibles: “Vino una plaga mala
y dañosa sobre los hombres que tenían la señal de la bestia, y sobre
los que adoraban su imagen.” El mar “se convirtió en sangre como de
un muerto; y toda alma viviente fué muerta en el mar.” También “los
ríos, y ... las fuentes de las aguas, ... se convirtieron en sangre.” Por
terribles que sean estos castigos, la justicia de Dios está plenamente
vindicada. El ángel de Dios declara: “Justo eres tú, oh Señor, ...
porque has juzgado estas cosas: porque ellos derramaron la sangre
de los santos y de los profetas, también tú les has dado a beber
sangre; pues lo merecen.”
Apocalipsis 16:2-6
. Al condenar a muerte
al pueblo de Dios, los que lo hicieron son tan culpables de su sangre
como si la hubiesen derramado con sus propias manos. Del mismo
modo Cristo declaró que los judíos de su tiempo eran culpables
de toda la sangre de los santos varones que había sido derramada
desde los días de Abel, pues estaban animados del mismo espíritu y
estaban tratando de hacer lo mismo que los asesinos de los profetas.
En la plaga que sigue, se le da poder al sol para “quemar a los
hombres con fuego. Y los hombres se quemaron con el grande
calor.”
Apocalipsis 14:8, 9
. Los profetas describen como sigue el
estado de la tierra en tan terrible tiempo: “El campo fué destruído,
enlutóse la tierra; ... porque se perdió la mies del campo.” “Secáronse
todos los árboles del campo; por lo cual se secó el gozo de los hijos
de los hombres.” “El grano se pudrió debajo de sus terrones, los
bastimentos fueron asolados.” “¡Cuánto gimieron las bestias! ¡cuán
turbados anduvieron los hatos de los bueyes, porque no tuvieron
pastos! ... Se secaron los arroyos de las aguas, y fuego consumió las
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praderías del desierto.”
Joel 1:10, 11, 12, 17, 18, 20
. “Y los cantores
del templo aullarán en aquel día, dice el Señor Jehová; muchos serán
los cuerpos muertos; en todo lugar echados serán en silencio.”
Amós
8:3
.
Estas plagas no serán universales, pues de lo contrario los habi-
tantes de la tierra serían enteramente destruídos. Sin embargo serán
los azotes más terribles que hayan sufrido jamás los hombres. Todos
los juicios que cayeron sobre los hombres antes del fin del tiempo
de gracia fueron mitigados con misericordia. La sangre propiciatoria