Página 607 - El Conflicto de los Siglos (1954)

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La liberación del pueblo de Dios
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firmamento se han desvanecido, y como Esteban, clavan la mirada
en el cielo, y ven la gloria de Dios y al Hijo del hombre sentado en su
trono. En su divina forma distinguen los rastros de su humillación, y
oyen brotar de sus labios la oración dirigida a su Padre y a los santos
ángeles: “Yo quiero que aquellos también que me has dado, estén
conmigo en donde yo estoy.”
Juan 17:24 (VM)
. Luego se oye una voz
armoniosa y triunfante, que dice: “¡Helos aquí! ¡Helos aquí! santos,
inocentes e inmaculados. Guardaron la palabra de mi paciencia y
andarán entre los ángeles;” y de los labios pálidos y trémulos de los
que guardaron firmemente la fe, sube una aclamación de victoria.
Es a medianoche cuando Dios manifiesta su poder para librar
a su pueblo. Sale el sol en todo su esplendor. Sucédense señales
y prodigios con rapidez. Los malos miran la escena con terror y
asombro, mientras los justos contemplan con gozo las señales de su
liberación. La naturaleza entera parece trastornada. Los ríos dejan
de correr. Nubes negras y pesadas se levantan y chocan unas con
otras. En medio de los cielos conmovidos hay un claro de gloria
indescriptible, de donde baja la voz de Dios semejante al ruido de
muchas aguas, diciendo: “Hecho es.”
Apocalipsis 16:17
.
Esa misma voz sacude los cielos y la tierra. Síguese un gran
terremoto, “cual no fué jamás desde que los hombres han estado
sobre la tierra.”
Vers. 18
. El firmamento parece abrirse y cerrarse. La
gloria del trono de Dios parece cruzar la atmósfera. Los montes son
movidos como una caña al soplo del viento, y las rocas quebrantadas
se esparcen por todos lados. Se oye un estruendo como de cercana
tempestad. El mar es azotado con furor. Se oye el silbido del huracán,
como voz de demonios en misión de destrucción. Toda la tierra
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se alborota e hincha como las olas del mar. Su superficie se raja.
Sus mismos fundamentos parecen ceder. Se hunden cordilleras.
Desaparecen islas habitadas. Los puertos marítimos que se volvieron
como Sodoma por su corrupción, son tragados por las enfurecidas
olas. “La grande Babilonia vino en memoria delante de Dios, para
darle el cáliz del vino del furor de su ira.”
Vers. 19
. Pedrisco grande,
cada piedra, “como del peso de un talento” (
vers. 21
), hace su obra de
destrucción. Las más soberbias ciudades de la tierra son arrasadas.
Los palacios suntuosos en que los magnates han malgastado sus
riquezas en provecho de su gloria personal, caen en ruinas ante su