El fin del conflicto
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Apocalipsis 22:5 (VM)
. La luz del sol será sobrepujada por un
brillo que sin deslumhrar la vista excederá sin medida la claridad de
nuestro mediodía. La gloria de Dios y del Cordero inunda la ciudad
santa con una luz que nunca se desvanece. Los redimidos andan en
la luz gloriosa de un día eterno que no necesita sol.
“No vi templo en ella; porque el Señor Dios Todopoderoso, y el
Cordero son el templo de ella.”
Apocalipsis 21:22 (VM)
. El pueblo
de Dios tiene el privilegio de tener comunión directa con el Padre y
el Hijo. “Ahora vemos obscuramente, como por medio de un espejo.”
1 Corintios 13:12 (VM)
. Vemos la imagen de Dios reflejada como
en un espejo en las obras de la naturaleza y en su modo de obrar
para con los hombres; pero entonces le veremos cara a cara sin velo
que nos lo oculte. Estaremos en su presencia y contemplaremos la
gloria de su rostro.
Allí los redimidos conocerán como son conocidos. Los senti-
mientos de amor y simpatía que el mismo Dios implantó en el alma,
se desahogarán del modo más completo y más dulce. El trato puro
con seres santos, la vida social y armoniosa con los ángeles bie-
naventurados y con los fieles de todas las edades que lavaron sus
vestiduras y las emblanquecieron en la sangre del Cordero, los lazos
sagrados que unen a “toda la tamilia en los cielos, y en la tierra”
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(
Efesios 3:15, VM
.)—todo eso constituye la dicha de los redimidos.
Allí intelectos inmortales contemplarán con eterno deleite las
maravillas del poder creador, los misterios del amor redentor. Allí no
habrá enemigo cruel y engañador para tentar a que se olvide a Dios.
Toda facultad será desarrollada, toda capacidad aumentada. La ad-
quisición de conocimientos no cansará la inteligencia ni agotará las
energías. Las mayores empresas podrán llevarse a cabo, satisfacerse
las aspiraciones más sublimes, realizarse las más encumbradas am-
biciones; y sin embargo surgirán nuevas alturas que superar, nuevas
maravillas que admirar, nuevas verdades que comprender, nuevos
objetos que agucen las facultades del espíritu, del alma y del cuerpo.
Todos los tesoros del universo se ofrecerán al estudio de los
redimidos de Dios. Libres de las cadenas de la mortalidad, se lanzan
en incansable vuelo hacia los lejanos mundos—mundos a los cuales
el espectáculo de las miserias humanas causaba estremecimientos de
dolor, y que entonaban cantos de alegría al tener noticia de un alma
redimida. Con indescriptible dicha los hijos de la tierra participan