Página 68 - El Conflicto de los Siglos (1954)

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El Conflicto de los Siglos
de la verdad que por tanto tiempo habían ocultado los que querían
elevarse a sí mismos sobre Dios.
Trabajando con paciencia y tenacidad en profundas y obscuras
cavernas de la tierra, alumbrándose con antorchas, copiaban las
Sagradas Escrituras, versículo por versículo, y capítulo por capítulo.
Así proseguía la obra y la Palabra revelada de Dios brillaba como oro
puro; pero sólo los que se empeñaban en esa obra podían discernir
cuánto más pura, radiante y bella era aquella luz por efecto de las
grandes pruebas que sufrían ellos. Angeles del cielo rodeaban a tan
fieles servidores.
Satanás había incitado a los sacerdotes del papa a que sepultaran
la Palabra de verdad bajo los escombros del error, la herejía y la
superstición; pero ella conservó de un modo maravilloso su pureza
a través de todas las edades tenebrosas. No llevaba la marca del
hombre sino el sello de Dios. Incansables han sido los esfuerzos
del hombre para obscurecer la sencillez y claridad de las Santas
Escrituras y para hacerles contradecir su propio testimonio, pero a
semejanza del arca que flotó sobre las olas agitadas y profundas, la
Palabra de Dios cruza ilesa las tempestades que amenazan destruirla.
Como las minas tienen ricas vetas de oro y plata ocultas bajo la
superficie de la tierra, de manera que todo el que quiere hallar el
precioso depósito debe forzosamente cavar para encontrarlo, así
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también contienen las Sagradas Escrituras tesoros de verdad que sólo
se revelan a quien los busca con sinceridad, humildad y abnegación.
Dios se había propuesto que la Biblia fuese un libro de instrucción
para toda la humanidad en la niñez, en la juventud y en la edad
adulta, y que fuese estudiada en todo tiempo. Dió su Palabra a los
hombres como una revelación de sí mismo. Cada verdad que vamos
descubriendo es una nueva revelación del carácter de su Autor. El
estudio de las Sagradas Escrituras es el medio divinamente instituído
para poner a los hombres en comunión más estrecha con su Creador
y para darles a conocer más claramente su voluntad. Es el medio de
comunicación entre Dios y el hombre.
Si bien los valdenses consideraban el temor de Dios como el
principio de la sabiduría, no dejaban de ver lo importante que es
tratar con el mundo, conocer a los hombres y llevar una vida activa
para desarrollar la inteligencia y para despertar las percepciones.
De sus escuelas en las montañas enviaban algunos jóvenes a las