Página 15 - De la Cuidad al Campo (1977)

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La vida en las ciudades no cumple el propósito de
Dios
“En el mundo entero, las ciudades se vuelven semilleros del vi-
cio. Por doquiera se ve y se oye el mal. En todas partes se encuentran
incentivos a la sensualidad y a la disipación. La marea de la corrup-
ción y del crimen sube de continuo. Cada día se registran actos de
violencia: robos, asesinatos, suicidios y crímenes indecibles.
“La vida en las ciudades es falsa y artificial. La intensa pasión
por el dinero, el torbellino y el afán de los placeres, la fiebre de
ostentación, el lujo y la prodigalidad son otras tantas fuerzas que
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impiden a la mayoría de la humanidad que cumpla el verdadero fin
de la vida. Abren la puerta a una infinidad de males y ejercen sobre
la juventud un poder casi irresistible.
“Una de las tentaciones más sutiles y peligrosas que asaltan a los
niños y a los jóvenes en las ciudades es el afán de placeres. Muchos
son los días de fiesta; los juegos y las carreras de caballos arrastran
a miles, y el torbellino de las excitaciones y del placer los distraen
de los austeros deberes de la vida. El dinero que debiera ahorrarse
para mejores fines se desperdicia en diversiones.
“Debido a la actuación de compañías monopolizadoras y a los
resultados de las confederaciones obreras y las huelgas, las condi-
ciones de la vida en las ciudades se hacen cada vez más difíciles.
Graves disturbios nos aguardan, y muchas familias se verán en la
necesidad de abandonar la ciudad.
“El ambiente físico de las ciudades es muchas veces un peligro
para la salud. La exposición constante al contagio, el aire viciado, el
agua impura, el alimento adulterado, las viviendas oscuras, malsanas
y atestadas de seres humanos, son algunos de los muchos males con
que se tropieza a cada paso.
“No era el propósito de Dios que los hombres vivieran hacinados
en las ciudades, confinados promiscuamente en estrechos alojamien-
tos. Al principio Dios puso a nuestros primeros padres entre las
bellezas naturales en medio de las cuales quisiera que nos deleitáse-
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