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El Deseado de Todas las Gentes
la palabra con las señales que se seguían.
Estos discípulos se
prepararon para su obra. Antes del día de Pentecostés, se reunieron
y apartaron todas sus divergencias. Estaban unánimes. Creían la
promesa de Cristo de que la bendición sería dada, y oraban con fe.
No pedían una bendición solamente para sí mismos; los abrumaba
la preocupación por la salvación de las almas. El Evangelio debía
proclamarse hasta los últimos confines de la tierra, y ellos pedían
que se les dotase del poder que Cristo había prometido. Entonces
fué derramado el Espíritu Santo, y millares se convirtieron en un
día.
Así también puede ser ahora. En vez de las especulaciones huma-
nas, predíquese la Palabra de Dios. Pongan a un lado los cristianos
sus disensiones y entréguense a Dios para salvar a los perdidos. Pi-
dan con fe la bendición, y la recibirán. El derramamiento del Espíritu
en los días apostólicos fué la “lluvia temprana,
y glorioso fué el
resultado. Pero la lluvia “tardía” será más abundante.
Todos los que consagran su alma, cuerpo y espíritu a Dios, recibi-
rán constantemente una nueva medida de fuerzas físicas y mentales.
Las inagotables provisiones del Cielo están a su disposición. Cristo
les da el aliento de su propio espíritu, la vida de su propia vida.
El Espíritu Santo despliega sus más altas energías para obrar en
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el corazón y la mente. La gracia de Dios amplía y multiplica sus
facultades y toda perfección de la naturaleza divina los auxilia en la
obra de salvar almas. Por la cooperación con Cristo, son completos
en él, y en su debilidad humana son habilitados para hacer las obras
de la Omnipotencia.
El Salvador anhela manifestar su gracia e imprimir su carácter
en el mundo entero. Es su posesión comprada, y anhela hacer a los
hombres libres, puros y santos. Aunque Satanás obra para impedir
este propósito, por la sangre derramada para el mundo hay triunfos
que han de lograrse y que reportarán gloria a Dios y al Cordero.
Cristo no quedará satisfecho hasta que la victoria sea completa, y él
vea “del trabajo de su alma ... y será saciado.
Todas las naciones
de la tierra oirán el Evangelio de su gracia. No todos recibirán su
gracia; pero “la posteridad le servirá; será ella contada por una
generación de Jehová.
“El reino, y el dominio, y el señorío de
los reinos por debajo de todos los cielos, será dado al pueblo de
los santos del Altísimo,” y “la tierra será llena del conocimiento