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La Educación Cristiana
acostumbrados a leer novelas y libros de cuentos triviales recibirán
especial beneficio por participar del estudio familiar vespertino.
La Biblia
Sobre todo, tomad tiempo para leer la Biblia, el Libro de los
libros. Un estudio diario de las Escrituras tiene una influencia san-
tificadora y elevadora sobre la mente. Ligad el Santo Volumen a
vuestros corazones. Resultará para vosotros un amigo y un guía en
la perplejidad.
Tanto los ancianos como los jóvenes descuidan la Biblia. No
hacen de ella su estudio, la regla de su vida. Especialmente los
jóvenes son culpables de tal negligencia. La mayoría de ellos hallan
tiempo para leer otros libros, pero no estudian diariamente el Libro
que señala el camino hacia la vida eterna. Leen atentamente las
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historias inútiles, mientras que descuidan la Biblia. Este libro es el
Guía que nos lleva a una vida más elevada y más santa. Los jóvenes
declararían que es el libro más interesante que leyeron alguna vez,
si su imaginación no hubiese quedado pervertida por la lectura de
historias ficticias.
Las mentes juveniles no alcanzan su desarrollo más noble cuando
descuidan la fuente más elevada de sabiduría: la Palabra de Dios.
Que estamos en el mundo de Dios, en presencia del Creador; que
somos hechos a su semejanza; que él vela sobre nosotros y nos ama
y cuida; éstos son maravillosos temas de reflexión y conducen la
mente a amplios y exaltados campos de meditación. El que abre la
mente y el corazón a la contemplación de estos temas, no se quedará
nunca satisfecho con asuntos triviales y sensacionales.
Es difícil estimar la importancia de procurar un conocimiento
cabal de las Escrituras. “Inspirada divinamente”, capaz de hacernos
sabios “para la salvación” a fin de que el hombre de Dios sea “perfec-
to, enteramente instruido para toda buena obra” (
2 Timoteo 3:15-17
),
la Biblia exige nuestra atención más reverente. No debemos quedar
satisfechos con un conocimiento superficial, sino procurar aprender
el pleno significado de las palabras de verdad, beber profundamente
del espíritu de los Santos Oráculos.—
Consejos para los Maestros
Padres y Alumnos, 125-131
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