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Capítulo 25—La lección bíblica
En todos lo que los hombres han escrito, ¿dónde puede encontrarse
algo que se apodere tanto del corazón, y que se adapte tan bien para
despertar el interés de los pequeñuelos como las historias que la
Biblia tiene? En esos sencillos relatos pueden destacarse los grandes
principios de la ley de Dios. Así, por ilustraciones adecuadas a la
comprensión del niño, los padres y maestros pueden empezar, desde
temprano, a cumplir la orden del Señor acerca de sus preceptos:
“Y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu ca-
sa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes”.
Deuteronomio 6:7
.
El empleo de figuras, pizarrones y mapas ayudará a explicar estas
lecciones y a grabarlas en la memoria. Los padres y maestros deben
buscar constantemente métodos perfeccionados. La enseñanza de la
Biblia debe recibir nuestras reflexiones más claras, nuestros mejores
métodos y nuestro esfuerzo más ferviente.
Para que el estudio sea eficaz, debe conseguirse el interés del
niño. Y es especialmente necesario que la persona que debe tratar
con niños y jóvenes muy diferentes en disposición, educación y
hábitos de pensar, no pierda de vista este asunto. Al enseñar la
Biblia a los niños, podemos ganar mucho observando la inclinación
de sus mentes, las cosas en las cuales se interesan, y despertando su
interés por ver lo que dice la Biblia acerca de ellas. El que nos creó
con nuestras diversas aptitudes, ha dado también en su Palabra, algo
para cada uno. A medida que los alumnos vean que las lecciones de
la Biblia se aplican a su propia vida, enseñadles a considerarla como
su consejera.
Ayudadles a apreciar su maravillosa belleza. Se recomiendan
muchos libros sin valor, excitantes y malsanos, o por lo menos se
permite su uso, a causa de su supuesto valor literario. ¿Por qué
indicar a nuestros niños que beban de estos raudales corrompidos,
cuando tienen libre acceso a las fuentes puras de la Palabra de
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Dios? La Biblia tiene una plenitud, una fuerza, una profundidad de
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