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La lección bíblica
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Maestros, enseñad la sencillez de las Escrituras, para que podáis
aprender a presentar claramente las verdades a las mentes juveniles.
Vuestro ferviente deseo de contribuir al bien actual y eterno de
los niños confiados a vuestro cuidado, debe haceros arrodillar a
menudo para buscar consejo de Aquel que es demasiado sabio para
equivocarse, y demasiado bueno para dejaros en la impotencia de
vuestra propia sabiduría.
La instrucción bíblica debe ser vigorizada por la vida santa del
maestro. Los maestros temerosos de Dios practicarán todo principio
que tratan de imprimir en la mente de los niños. Los tales maestros
no ven a su Padre celestial sino por el ojo de la fe; pero han aprendido
de él; leen su amor en las dispensaciones más penosas. No juzgan a
su Creador por las dispensaciones; son participantes de su naturaleza
divina. Pueden confiar en Aquel que no retuvo a su Hijo unigénito,
sabiendo que con él dará todas las cosas necesarias para su bien
espiritual y eterno.—
Consejos para los Maestros Padres y Alumnos,
173-175
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