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La enseñanza por la naturaleza
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raleza al Dios de la naturaleza, enseñando aquellas sencillas y santas
verdades que purifican la mente, y la ponen en íntima relación con
Dios.
El gran Maestro ordena a la naturaleza que refleje la luz que
inunda el umbral del cielo, para que hombres y mujeres puedan ser
inducidos a obedecer su palabra. Y la naturaleza cumple la orden del
Creador. Para el corazón enternecido por la gracia de Dios, el sol, la
luna, las estrellas, los altos árboles, las flores del campo, emiten su
palabra de consejo y advertencia. La siembra de la semilla recuerda
a la mente la siembra espiritual. El árbol se yergue y declara que
un buen árbol no puede llevar malos frutos, ni un árbol malo llevar
buenos frutos. “Por sus frutos los conoceréis”.
Mateo 7:16
. Aun la
cizaña tiene una lección que enseñar. Es siembra de Satanás, y si
se la deja crecer libremente, arruinará el trigo por su desarrollo sin
freno.
Cuando el hombre está reconciliado con Dios, las cosas de la na-
turaleza le dirigen palabras de sabiduría celestial, dando testimonio
de la verdad eterna de la Palabra de Dios. A medida que Cristo nos
da el significado de las cosas que hay en la naturaleza, la ciencia de
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la verdadera religión irradia y explica la relación que tiene la ley de
Dios con el mundo natural y el espiritual.
* * * * *
La golondrina y la cigüeña obedecen los cambios de las esta-
ciones. Migran de un país a otro para hallar un clima adecuado a
su conveniencia y felicidad, según el Señor quiso que lo hicieran.
Son obedientes a las leyes que gobiernan sus vidas. Pero los seres
formados a la imagen de Dios no le honran obedeciendo a las de la
naturaleza. Despreciando las leyes que gobiernan el organismo hu-
mano, se descalifican para servir a Dios. El les manda advertencias
por violar las leyes de la vida; pero el hábito es fuerte, y ellos no
quieren escucharle. Sus días se llenan de dolor corporal e inquietud
mental, porque están resueltos a seguir los malos hábitos y las malas
prácticas. No quieren razonar de causa a efecto; sacrifican la salud,
la paz y la felicidad a su ignorancia y egoísmo.
El sabio dirige estas palabras al indolente: “Ve a la hormiga, oh
perezoso, mira sus caminos y sé sabio; la cual no teniendo capitán,