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La Educación Cristiana
La Biblia contiene instrucción acerca del carácter que deben
poseer los hijos de Dios. “Bienaventurados los de limpio corazón—
declara—porque ellos verán a Dios”.
Mateo 5:8
. “Seguid la paz
con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá a Dios”.
Hebreos
12:14
. “Muy amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha
manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él
apareciere, seremos semejantes a él, porque le veremos como él es.
Y cualquiera que tiene esta esperanza en él, se purifica, como él
también es limpio”.
1 Juan 3:2, 3
.
Este conocimiento de suma importancia debe ser mantenido de-
lante de nuestros hijos y jóvenes, no en forma arbitraria ni dictatorial,
sino como una revelación divina, una instrucción del más alto valor,
esencial para su paz actual en este mundo de contiendas y luchas,
y como una preparación para la futura vida eterna en el reino de
Dios. Poned, pues, la Palabra Santa en sus manos. Estimuladlos a
escudriñar sus páginas. Hallarán allí tesoros de valor inestimable.
Y al recibir a Cristo como pan de vida, tienen la garantía de la vida
eterna.
Los dichos de Cristo son oro puro, sin una partícula de escoria.
Cuando los que han recibido la falsa interpretación de la Palabra, la
escudriñan con esfuerzo resuelto para conocer la verdad, el Espíritu
Santo abre los ojos de su entendimiento, y las Escrituras son para
ellos una nueva revelación. Sus corazones se vivifican con una fe
nueva y viva, y contemplan cosas admirables en su ley. Las ense-
ñanzas de Cristo tienen para ellos una anchura y un significado que
nunca antes habían comprendido.
Los jóvenes necesitan educadores que mantegan siempre delante
de la juventud los principios de la Palabra de Dios. Si los maestros
hacen de los preceptos bíblicos su libro de texto, tendrán mayor
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influencia sobre los jóvenes. Serán como los que aprenden, tenien-
do una conexión viva con Dios. Se esforzarán por inculcar ideas
y principios que conducirán a un conocimiento más completo de
Dios, a una fe fervorosa y creciente en la sangre de Cristo, y en el
poder y eficacia de su gracia para guardarlos sin caída. Procurarán
constantemente edificar los baluartes de una experiencia cristiana
sana y bien equilibrada, a fin de que sus alumnos estén preparados
para ser útiles.—
Consejos para los Maestros Padres y Alumnos,
413-416
.
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