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La integridad de Daniel probada
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El Señor miró con aprobación la firmeza y abnegación de estos
jóvenes hebreos y su bendición los acompañó. “Dióles Dios cono-
cimiento e inteligencia en todas letras y ciencia: mas Daniel tuvo
entendimiento en toda visión y sueños”. Al expirar los tres años de
preparación, cuando su capacidad y conocimiento fueron examina-
dos por el rey, “no fué hallado entre todos ellos otro como Daniel,
Ananías, Misael y Azarías; y así estuvieron delante del rey. Y en
todo negocio de sabiduría e inteligencia que el rey les demandó,
hallólos diez veces mejores que todos los magos y astrólogos que
había en todo su reino”.
La vida de Daniel es una ilustración inspirada de lo que cons-
tituye un carácter santificado. Presenta una lección para todos y
especialmente para los jóvenes. Un estricto cumplimiento de los
requerimientos de Dios es beneficioso para la salud del cuerpo y
de la mente. Para alcanzar la norma más alta de moral y conquistas
intelectuales, es necesario buscar en Dios sabiduría y fortaleza y
observar estricta temperancia en todos los hábitos de la vida. En lo
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que le sucedió a Daniel y a sus compañeros tenemos un ejemplo del
triunfo de los principios sobre la tentación de gratificar el apetito.
Ese ejemplo nos muestra que merced a los principios religiosos los
jóvenes pueden triunfar de la concupiscencia de la carne y quedar
fieles a los requerimientos de Dios aun cuando les cueste un gran
sacrificio.
¿Qué hubiera sido si Daniel y sus compañeros hubiesen tran-
sigido con esos funcionarios paganos y cedido a la presión de las
circunstancias comiendo y bebiendo según la costumbre de los ba-
bilonios? El simple hecho de apartarse de los principios, habría
debilitado su sentido de la justicia y su odio al mal. La complacencia
del apetito habría implicado el sacrificio del vigor físico, la claridad
de la inteligencia y el poder espiritual. Un paso errado habría llevado
probablemente a otros, hasta que, siendo cortada su relación con el
cielo, habrían sido arrastrados por la tentación.
Dios ha dicho: “Honraré a los que me honran”. Mientras Da-
niel se asía de Dios con inmutable confianza, el espíritu del poder
profético vino sobre él. En tanto que era instruido por el hombre
acerca de los deberes de la vida cortesana, era enseñado por Dios
a leer los misterios de los siglos futuros y a presentar a generacio-
nes venideras, mediante figuras y símbolos, las cosas maravillosas