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La Educación Cristiana
sanitarias. Muchos miles han sido sacrificados porque los maestros
no prestaron atención a estas cosas.
Deben evitarse los cambios repentinos de temperatura. Debe te-
nerse cuidado para que los alumnos no se resfríen por estar sentados
en las corrientes de aire. No es cosa segura que el maestro regule el
calor del aula según sus propias sensaciones. Su propio bien y el de
los alumnos exigen que se mantenga una temperatura uniforme.
La recompensa de la obediencia
El cerebro es la ciudadela del ser. Los hábitos físicos afectan
el cerebro, e impiden que se alcance aquello que se desea: una
buena disciplina mental. A menos que los jóvenes estén versados
en la. ciencia de cuidar del cuerpo tanto como de la mente, no
tendrán éxito como alumnos. El estudio no es la causa principal
del quebrantamiento de las facultades mentales. La causa principal
es la alimentación impropia, las comidas irregulares, la falta de
ejercicio físico y otras violaciones negligentes de las leyes de la
salud. Cuando hacemos todo cuanto podemos para conservar la
salud, entonces podemos pedir con fe a Dios que bendiga nuestros
esfuerzos.
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Antes de que los alumnos hablen de sus progresos en la así lla-
mada “educación superior”, aprendan a comer y beber para gloria
de Dios, y a ejercitar el cerebro, los huesos y los músculos de tal
manera que los haga aptos para el servicio más elevado. Un alumno
puede dedicar todas sus facultades a adquirir conocimientos, pero
mientras desobedezca las leyes que gobiernan su ser, debilitará su
eficiencia. Albergando malos hábitos, pierde el poder de apreciarse
a sí mismo y pierde el dominio propio. No puede razonar correcta-
mente en cuanto a asuntos que le conciernen más profundamente; se
vuelve temerario e irracional en su trato de la mente y del cuerpo.
La obligación que tenemos de mantener el cuerpo con salud, es
una responsabilidad individual. El Señor requiere de cada uno que
obre su propia salvación día tras día. Nos invita a razonar de causa
a efecto, para recordar que somos su propiedad, y a unirnos con él
para mantener el cuerpo puro y sano, y todo el ser santificado para
él.