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Estudio y trabajo
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El agua estancada no tarda en corromperse; pero un arroyo que
fluye, imparte salud y alegría por la tierra. La primera es símbolo de
los ociosos; el segundo, de los laboriosos.
La educación manual entre los israelitas
En el plan de Dios para Israel, cada familia tenía una casa en la
tierra, con suficiente terreno que cultivar. Así se proveían los medios
y el incentivo para vivir una vida útil y laboriosa, de sostén propio.
Y ningún plan humano ha podido superar éste. Al hecho de que el
mundo se apartó de él se debe, en extenso grado, la pobreza y la
miseria que existen hoy.
Los israelitas consideraban la preparación industrial como un
deber. Se requería de cada padre que hiciese aprender a sus hijos
algún oficio útil. Los mayores hombres de Israel se adiestraban en
actividades industriales. Se consideraba esencial para toda mujer el
conocimiento de los deberes que incumbían a la dueña de casa; y la
habilidad en el cumplimiento de estos deberes se consideraba como
un honor entre las mujeres de la más alta jerarquía.
Se enseñaban diversas industrias en las escuelas de los profetas,
y muchos de los estudiantes se sostenían por el trabajo manual.
El ejemplo de Cristo
La senda del trabajo, señalada a los moradores de la tierra, puede
ser dura y cansadora, pero ha sido honrada por las pisadas del Salva-
dor, y está seguro el que sigue este camino sagrado. Por el precepto y
el ejemplo, Cristo dignificó el trabajo útil. Desde sus primeros años,
vivió una vida de trabajo. Pasó la mayor parte de su vida terrenal en
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el trabajo paciente de la carpintería de Nazaret. Vestido como traba-
jador común, el Señor de la vida recorrió las calles de la pequeña
ciudad en la cual vivía, yendo y volviendo de su trabajo humilde; y le
acompañaban ángeles ministradores mientras caminaba lado a lado
con los campesinos y obreros sin que lo reconociesen y honrasen.
Cuando salía para contribuir al sostén de la familia por su trabajo
diario, poseía el mismo poder que, cuando a orillas del Mar de
Galilea, alimentó a cinco mil almas hambrientas con cinco panes y
dos pececillos, pero no empleaba su poder divino para reducir sus