Las diversiones mundanales
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son empleados por el tentador como lazos para entrampar. Esta clase
está siempre lista para las reuniones de placer y los deportes, y su
influencia atrae a otros. Los jóvenes y las señoritas que procuran
ser cristianos de acuerdo con la Biblia son inducidos a unirse al
grupo atraídos en el círculo. No consultan con oración la norma
divina, para saber lo que dijo Cristo en cuanto a los frutos que debe
llevar el árbol cristiano. No disciernen que estos entretenimientos
son realmente el banquete de Satanás, preparado para impedir que
las almas acepten la invitación a la cena del Cordero y reciban el
manto blanco del carácter, que es la justicia de Cristo. Se confunden
en cuanto a lo que es correcto hacer como cristianos. No quieren que
se los considere singulares, y se inclinan naturalmente a seguir el
ejemplo de los demás. Así caen bajo la influencia de los que nunca
han sentido el toque divino sobre su mente o corazón. ...
La debida actitud del cristiano
El Dios eterno ha trazado la línea de demarcación entre los santos
y los pecadores, los convertidos y los inconversos. Estas dos clases
no se fusionan imperceptiblemente una con otra, como los colores
del arco iris. Son tan distintas como el mediodía y la media noche.
Los que están procurando la justicia de Cristo se espaciarán en
los temas de la gran salvación. La Biblia es el alfolí que proporciona
a sus almas alimento nutritivo. Meditan en la encarnación de Cristo,
contemplan el gran sacrificio hecho para salvarlos de la perdición,
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para ofrecerles el perdón, la paz y la justicia eterna. El alma queda
inflamada por estos temas grandiosos y elevados. La santidad y la
verdad, la gracia y la justicia ocupan sus pensamientos. Muere el
yo y Cristo vive en sus siervos. Mientras contemplan la Palabra, sus
corazones arden en ellos como los de los dos discípulos que iban a
Emaús mientras Cristo caminaba con ellos y les abría las Escrituras
acerca de sí mismo.
¡Cuán pocos comprenden que Jesús, invisible, anda a su lado!
¡Cuán avergonzados se sentirían muchos si oyesen su voz hablán-
doles, y supiesen que él oyó todas sus conversaciones insensatas y
triviales! ¡Y cuántos corazones arderían de santo gozo, si supiesen
que el Salvador está a su lado, que la santa atmósfera de su presencia
los rodeaba, y que se están alimentando del pan de vida! ¡Cuánto