Lo falso y lo verdadero en la educación
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más de un inválido para toda la vida, más de un asilado de la casa
de locos, han llegado a ser lo que son debido a la lectura de novelas.
Se insiste muchas veces en que para arrancar de la juventud el
gusto por la literatura pasional o indigna, habría que proporcionarle
mejor clase de literatura de imaginación. Pero esto es como intentar
curar a un borracho dándole, en vez de aguardiente, bebidas fermen-
tadas más suaves, tales como vino, cerveza o sidra. El uso de estas
bebidas fomentaría continuamente el apetito para estimulantes más
fuertes. La única seguridad para el borracho, y la única salvaguardia
para el hombre templado, es la abstinencia total. Para el aficionado
a la ficción rige la misma regla. La abstinencia total es su única
seguridad.
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Mitos y cuentos de hadas
En la educación de niños y jóvenes, los cuentos de fantasía, los
mitos y las novelas de ficción ocupan un lugar muy grande. Se hace
uso en las escuelas de libros de semejante carácter, y se encuentran
en muchos hogares. ¿Cómo pueden permitir los padres cristianos
que sus hijos se nutran de libros tan llenos de falsedades? Cuando
los niños preguntan el significado de cuentos tan contrarios a la
enseñanza de sus padres, se les contesta que dichos cuentos no son
verdad; pero esta contestación no acaba con los malos resultados
de tal lectura. Las ideas presentadas en estos libros extravían a los
niños, les dan falsas ideas de la vida, y fomentan en ellos el deseo
de lo que es vano e ilusorio.
El uso tan general de semejantes libros en nuestros días es uno
de los ardides de Satanás. Procura éste distraer las mentes de viejos
y jóvenes de la gran obra de la formación del carácter. El se propone
que nuestros hijos y jóvenes sean arrasados por las decepciones
destructoras con que sigue llenando el mundo. Por eso procura
distraer el espíritu de unos y otros de la Palabra de Dios, y de este
modo impedirles que consigan un conocimiento de las verdades que
podrían servirles de salvaguardia.
Jamás deberían ponerse en las manos de niños y jóvenes libros
que perviertan la verdad. No hay que consentir en que nuestros hijos,
en el curso de su educación, reciban ideas que resulten ser semilla de
pecado. Si las personas de edad madura dejaran de leer semejantes