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Capítulo 28—La relación de la vestimenta con la
educación
“Se atavíen de ropa decorosa”.
1 Timoteo 2:9
.
“Toda gloriosa es la hija del rey en su morada”.
Salmos 45:13.
No puede ser completo ningún sistema de educación que no
enseñe principios sanos en cuanto a la vestimenta. Si carece de
esa enseñanza, la obra de la educación a menudo se estanca y se
pervierte. El amor a los vestidos y la devoción a la moda se cuentan
entre los más formidables rivales y los obstáculos más efectivos del
maestro.
La moda es un ama que gobierna con mano de hierro. En mu-
chísimos hogares sus exigencias absorben la fuerza, el tiempo y la
atención de padres e hijos. Los ricos tienen la ambición de superarse
unos a otros al seguir sus estilos siempre cambiantes; la clase media
y los pobres se esfuerzan por aproximarse a la norma establecida
por los que suponen superiores. Donde los medios o la fuerza son
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limitados, y es grande la ambición de pertenecer a la clase social
superior, la carga resulta casi insoportable.
A muchas personas no les importa que un vestido sea modesto
o hermoso; si la moda cambia, lo reforman o lo desechan. Los
miembros de la familia están condenados a trabajar incesantemente.
No tienen tiempo para educar a los niños, orar o estudiar la Biblia,
ni ayudar a los pequeños a conocer a Dios por medio de sus obras.
No tienen tiempo ni dinero para hacer obras de caridad, y con
frecuencia la provisión de su mesa es escasa. Eligen mal el alimento
y lo preparan precipitadamente, para satisfacer solo en parte las
demandas del organismo. El resultado es la adquisición de malos
hábitos de alimentación que causan enfermedades o conducen a la
intemperancia.
El amor a la ostentación produce extravagancia y en muchos
jóvenes mata la aspiración a llevar una vida más noble. En vez de
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