Capítulo 12—Otras ilustraciones
“Quién sea sabio y guarde estas cosas, y entenderá las
misericordias de Jehová”.
Salmos 107:43
.
El poder restaurador de Dios se hace sentir en toda la naturaleza.
Si se corta un árbol, si un ser humano se lastima o se rompe un
hueso, la naturaleza empieza inmediatamente a reparar el daño. Aun
antes de que exista la necesidad, están listos los elementos que
participarán en la restauración, y tan pronto como se lastima una
parte, todas las energías se dedican restaurarlas. Lo mismo ocurre
en el reino espiritual. Antes que el pecado creara la necesidad, Dios
había provisto el remedio. Toda alma que cede a la tentación es
herida por el adversario, pero dondequiera que haya pecado está el
Salvador. Es trabajo de Cristo “sanar a los quebrantados de corazón
[...] pregonar libertad a los cautivos [...] poner en libertad a los
oprimidos
Nosotros debemos cooperar en esta obra. “Si alguno es sorpren-
dido en alguna falta [...] restauradlo
La palabra aquí traducida por
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“restaurar” significa juntar, como si se tratara de un hueso dislocado.
¡Qué figura tan sugestiva! El que incurre en el error o el pecado llega
a desarmonizar con todo lo que lo rodea. Puede percatarse de su
error, llenarse de remordimiento, pero no puede restablecerse. Se
encuentra confuso, perplejo, vencido, impotente. Necesita ser gana-
do de nuevo, sanado, rehabilitado. “Vosotros que sois espirituales,
restauradlo”. Solamente el amor que fluye del corazón de Cristo
puede sanar. Únicamente aquel en quien fluye ese amor, como la
savia en el árbol, o la sangre en el cuerpo, puede restaurar al alma
herida.
Los instrumentos del amor
Los instrumentos del amor tienen un poder maravilloso, porque
son divinos. La respuesta suave que “quita la ira”; el amor que “es
sufrido” y “es benigno”; el amor que “cubrirá multitud de pecados
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