La fe que aprovecha, 11 de abril
Pero Jesús dijo: Alguien me ha tocado; porque yo he conocido que
ha salido poder de mí.
Lucas 8:46
.
Hay dos clases de conexión entre los pámpanos y la vid. Una es
engañosa, superficial.
La muchedumbre que apretaba a Jesús no tenía una unión viviente
con él mediante la fe genuina. Pero una pobre mujer que había estado
sufriendo por muchos años y había gastado toda su sustancia en médicos
que no la habían curado sino empeorado, pensó que si podía ponerse a
su alcance, si sólo podía tocar el borde de su manto, se sanaría. Cristo
comprendió todo lo que había en su corazón y se puso allí donde ella
tendría la oportunidad que deseaba. El usaría de ese hecho para mostrar
la diferencia entre el toque de fe genuina y el contacto casual de los que
se apretujaban a su alrededor por mera curiosidad.
Cuando la mujer alargó la mano y tocó el borde de su manto pensó
que ese toque furtivo no sería advertido por nadie; pero Cristo se dio
cuenta y correspondió a su fe con su poder sanador. Ella se dio cuenta en
un instante que había sido sanada, y el Señor Jesús no dejaría de llamar la
atención hacia una fe tal. Rápidamente se dio vuelta y preguntó: “¿Quién
es el que me ha tocado?” Todos los discípulos lo estaban apretando de
cerca, y Pedro dijo: “La multitud te aprieta y oprime, y dices: ¿Quién es
el que me ha tocado? Pero Jesús dijo: Alguien me ha tocado; porque yo
he conocido que ha salido poder de mí”.
Lucas 8:45, 46
.
Cuando la mujer vio que había sido descubierta fue temblando a
echarse a sus pies, contándole su historia. Por doce años había sufrido
su mal, pero no bien su dedo tocó el borde del manto de Jesús se había
sanado. Jesús le dijo: “Hija, tu fe te ha salvado; ve en paz”. El solo toque
de fe recibió su recompensa.—
Carta 130, 1898
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