La norma más elevada, 21 de mayo
Porque no son los oidores de la ley los justos ante Dios, sino los
hacedores de la ley serán justificados.
Romanos 2:13
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En las vidas de muchas personas cuyos nombres están en los registros
de la iglesia no ha habido un cambio genuino. La verdad ha sido dejada
en el atrio exterior. No ha habido conversión genuina, ninguna obra
positiva de gracia en el corazón. Su deseo de hacer la voluntad de Dios
está basado en su propia inclinación, no en la profunda convicción del
Espíritu Santo. Su conducta no ha sido puesta en armonía con la ley de
Dios...
El que quiere edificar un carácter vigoroso y simétrico debe entre-
garlo todo a Cristo y hacerlo todo por él. El Redentor no acepta un
servicio dividido. Diariamente debe aprender el significado de la entrega
del yo. Debe estudiar la Palabra de Dios descubriendo su significado y
obedeciendo sus preceptos. Así podrá alcanzar la norma más elevada de
la excelencia cristiana. No hay límite para el avance espiritual que puede
hacer si es participante de la naturaleza divina. Día tras día Dios obra en
él perfeccionando el carácter que deberá soportar el día final de prueba.
Cada día de su vida ministra a los demás. La luz que está en él brilla y
acalla las lenguas mordaces. Día tras día está realizando delante de los
hombres y de los ángeles un vasto y sublime experimento, mostrando lo
que puede hacer el Evangelio por los seres humanos caídos.
No nos escatimemos a nosotros mismos sino llevemos adelante
con fervor la obra de reforma que debe ser hecha en nuestras vidas.
Crucifiquemos el yo. Los hábitos no santificados querrán dominar, pero
en el nombre y mediante el poder de Jesús podemos vencer... A los
seres humanos que están luchando por alcanzar la conformidad a la
imagen divina, se les imparte una medida de los tesoros celestiales, una
excelencia de poder que los colocará más alto de los ángeles que nunca
cayeron.—
The Review and Herald, 7 de julio de 1904
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