La prueba de la lealtad a Dios, 23 de mayo
Y Jehová ha declarado hoy que tú eres pueblo suyo, de su
exclusiva posesión, como te lo ha prometido, para que guardes
todos sus mandamientos.
Deuteronomio 26:18
.
Dios tiene una prueba para nosotros y si alcanzamos la norma se-
remos un pueblo peculiar. El sábado traza la línea separatoria entre
nosotros y el mundo, no vagamente, sino con colores claros y distintos.
Para los que han recibido la luz de esta verdad el sábado es una prueba;
no es un requerimiento humano sino la prueba de Dios. Es lo que dife-
renciará entre los que sirven a Dios y los que no le sirven; y sobre este
punto vendrá el último gran conflicto entre la verdad y el error. Todos los
que profesan guardar la ley de Dios deberán estar unidos en la sagrada
observancia de su santo sábado...
Cuando el ángel exterminador estaba por pasar por la tierra de Egipto
para matar al primogénito de hombres y bestias, los israelitas fueron
instruidos para que mantuvieran a sus hijos en casa con ellos y que
untaran los postes de la puerta con sangre, y nadie debía salir de la casa,
porque todos los que fuesen hallados entre los egipcios serían destruidos
con ellos.
Deberíamos aprender esta lección para nosotros. El ángel extermi-
nador pasará nuevamente por la tierra. Ha de haber una marca colocada
sobre el pueblo de Dios, y esa marca es la observancia de su santo sá-
bado. No debemos seguir nuestro propio juicio y voluntad y jactarnos
de que Dios accederá a nuestras condiciones... Lo que puede pareceros
sin importancia puede ser de las más graves consecuencias en los planes
especiales de Dios para la conservación de vuestra vida o la salvación de
vuestra alma. Dios prueba nuestra fe dándonos alguna parte a realizar en
conexión con su intervención en favor nuestro. La promesa se cumplirá
en aquellos que cumplan las condiciones. Pero todos los que se aventu-
ren a separarse de las instrucciones de Dios para seguir el camino de su
propia elección perecerán con los impíos cuando sus juicios visiten la
tierra.—
Manuscrito 3, 1885
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