La prueba del apetito, 6 de julio
Sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que
habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado.
1 Corintios 9:27
.
Después de su bautismo, el Hijo de Dios fue al triste desierto donde
sería tentado por el diablo. Por cerca de seis semanas soportó las agonías
del hambre... Conoció el poder del apetito sobre el hombre, y en benefi-
cio del hombre pecaminoso soportó la prueba más dura posible en este
punto. Allí se ganó una victoria que pocos pueden apreciar. El poder do-
minador del apetito depravado y el ignominioso pecado de complacerlo
sólo pueden entenderse por la longitud del ayuno que nuestro Salvador
soportó para poder quebrantar su poder...
La intemperancia está en la base de todos los males morales conoci-
dos del hombre. Cristo comenzó la obra de redención en el mismo lugar
donde comenzó la ruina. La caída de nuestros primeros padres se debió
a la complacencia del apetito. En la redención, la negación del apetito
fue la primera obra de Cristo.—
The Sufferings of Christ, 10, 12
.
El Hijo de Dios vio que el hombre no podía por sí mismo vencer
esta poderosa tentación... Vino a la tierra para unir su poder divino con
nuestros esfuerzos humanos, para que mediante la fuerza y el poder
moral que él imparte podamos vencer por nosotros mismos. ¡Oh! qué
incomparable humillación para el Rey de gloria venir a este mundo para
soportar los dolores del hambre y las fieras tentaciones de un artero
enemigo para poder ganar una infinita victoria para el hombre. Aquí
está el amor sin paralelo. Sin embargo esta gran humillación es apenas
oscuramente comprendida por aquellos para quienes fue hecha...
Con la naturaleza del hombre y con el terrible peso de los pecados
pesando sobre él, nuestro Redentor hizo frente al poder de Satanás en
esta gran tentación decisiva que arriesgaba las almas de los hombres. Si
el hombre podía vencer esta tentación, podía triunfar en cualquier otro
punto.—
Ibid
.
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