Cada uno en su puesto, 9 de agosto
Sirviendo de buena voluntad, como al Señor y no a los hombres.
Efesios 6:7
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El Señor está familiarizado con nosotros individualmente. A cada
ser nacido en el mundo le es señalada su obra, con el propósito de que
prepare un mundo mejor... Cada uno tiene su círculo [de acción], y si el
agente humano hace de Dios su consejero, entonces no estará trabajando
con fines opuestos a los de Dios. El destina a cada uno un lugar y un
trabajo, y si individualmente nos sometemos para ser preparados por
el Señor, no importa cuán confusa e intrincada pueda parecer la vida
a nuestros ojos, Dios tiene un propósito en todo ello, y la maquinaria
humana, obediente bajo la mano de la sabiduría divina, cumplirá los
propósitos de Dios.
Así como en un bien disciplinado ejército cada soldado tiene su
puesto señalado y se le requiere que cumpla su parte en la contribución a
la fortaleza y perfección del todo, de la misma manera el obrero de Dios
debe realizar su parte señalada en la gran obra de Dios.
La vida tal como es ahora no es como Dios se propuso que fuera,
y ésa es la razón de que haya tanta confusión; hay mucho deterioro y
fricción. El hombre o la mujer que abandona el lugar que Dios le ha
señalado, por complacer su inclinación y realizar su propio proyectado
plan, sufre decepción por haber elegido su camino en lugar de la divina
senda.
Nuestro Padre celestial es nuestro Dirigente y debemos someternos
a su disciplina. Somos miembros de su familia. Tiene derecho a nuestro
servicio, y si uno de los miembros de su familia persistiera en seguir su
propio camino, y se empeñara en hacer sólo lo que le placiera, entonces
ese espíritu produciría un estado de cosas confuso y desordenado. No
debemos hacer planes para seguir nuestra propia senda, sino la senda y
la voluntad de Dios.
Hable Dios, y diremos: “No se haga mi voluntad, sino la tuya”.—
Carta 6, 1894
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