Gracias que debemos fomentar, 25 de agosto
Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad,
bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay
ley.
Gálatas 5:22, 23
.
Aquí se expone la verdadera causa por la cual debemos trabajar:
“Pero el fruto del Espíritu es amor”. Si tenemos el amor de Cristo en
nuestras almas, será una natural consecuencia que poseamos todas las
otras gracias: gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedum-
bre, templanza y “contra tales cosas no hay ley”. La ley de Dios no
condena ni mantiene en servidumbre a los que tienen estas gracias, por-
que ellos están obedeciendo los requerimientos de la ley de Dios. Son
observadores de la ley y, por lo tanto, no están bajo el yugo de la ley...
Debemos tener amor. Y unido a esto están el gozo, la paz, la pa-
ciencia, la benignidad. Vemos el desasosiego del mundo, su insatisfecha
condición. Desean algo que no tienen. Anhelan algo para mantener un
estímulo, o algo para divertirse. Pero para el cristiano hay gozo, hay
paz, benignidad, bondad, mansedumbre, paciencia; y para estas cosas
necesitamos abrir las puertas de nuestro corazón, fomentando las gracias
espirituales del Espíritu de Dios... Nadie puede hacer esto para otro.
Usted
puede ponerse a trabajar y conseguir las gracias del Espíritu. Pero
eso no me sirve a mí... Cada uno, individualmente, debe ponerse a tra-
bajar y determinar por medio de esfuerzos personales el tener la gracia
de Dios en el corazón. Yo no puedo modelar un carácter para usted, ni
usted puede hacerlo por mí. Es una carga que descansa sobre cada uno
individualmente, joven o viejo.—
The Review and Herald, 4 de enero de
1887
.
Cristo dijo: “Haré más precioso que el oro fino al varón, y más que
el oro de Ofir al hombre”.
Isaías 13:12
. ¿Cómo? Por el cultivo de las
gracias del Espíritu: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad,
mansedumbre, templanza, fe. Necesitamos la fe viviente que se aferra
del poderoso brazo de Jehová...
Todos nosotros necesitamos las gracias del Espíritu en el corazón.—
The Review and Herald, 21 de diciembre de 1886
.
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