Página 287 - En los Lugares Celestiales (1968)

Basic HTML Version

Prosigo a la meta, 26 de septiembre
Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una
cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y
extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio
del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.
Filipenses 3:13,
14
.
En la carrera celestial, todos podemos correr, y recibir el premio.
No hay incertidumbre ni riesgo en el asunto. Debemos revestirnos de
las gracias celestiales y con los ojos dirigidos hacia arriba, a la corona
de la inmortalidad, tener siempre presente el Modelo... Debemos tener
constantemente presente la vida de humildad y abnegación de nuestro
divino Señor. Y a medida que procuramos imitarlo, manteniendo los ojos
fijos en el premio, podemos correr esa carrera con certidumbre, sabiendo
que si hacemos lo mejor que podemos, lo alcanzaremos con seguridad...
Ya que tenemos este gran incentivo, ¿no podemos correr “con pa-
ciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el
autor y consumador de la fe”?
Hebreos 12:1, 2
. Él nos ha indicado el
camino, y lo ha señalado con sus pisadas en todo el trayecto.—
Joyas de
los Testimonios 1:184, 185
.
No es digno de alabanza hablar de nuestra debilidad y desaliento.
Diga cada uno: “Estoy afligido porque cedo a la tentación, porque mis
oraciones son tan débiles y mi fe tan escasa. No tengo excusa para
defenderme por estar siendo empequeñecido en mi vida religiosa. Pero
estoy tratando de lograr la entereza de carácter en Cristo. He pecado, y
aun así amo a Jesús. He caído muchas veces, y con todo, él ha tendido su
mano para salvarme. Le he contado todos mis errores. He confesado con
vergüenza y dolor que lo he deshonrado. He mirado a la cruz y he dicho:
todo esto sufrió por mí. El Espíritu Santo me ha mostrado mi ingratitud,
mi pecado, al exponer a Cristo a la vergüenza pública. El que no conoce
pecado me ha perdonado. Me llama a una vida más noble, elevada, y yo
prosigo a las cosas que están delante”.—
The Review and Herald, 10 de
marzo de 1904
.
[279]
283