Página 353 - En los Lugares Celestiales (1968)

Basic HTML Version

Haced resonar el mensaje, 28 de noviembre
Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el
que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida
gratuitamente.
Apocalipsis 22:17
.
Poco antes de su ascensión a su trono celestial, Cristo comisionó a
sus discípulos para que fueran a todo el mundo como maestros de justi-
cia... Entre los creyentes que recibieron la comisión había muchos que
provenían de los más humildes caminos de la vida—hombres y mujeres
que habían aprendido a amar a su Señor y que habían decidido seguir
su ejemplo de servicio abnegado. A esos humildes seres de talentos
limitados, tanto como a los discípulos que habían estado con el Salvador
durante los años de su ministerio terrenal, les fue dado el encargo de ir a
“todo el mundo y predicar el Evangelio a toda criatura”.
Marcos 16:15
...
A los miembros de la iglesia cristiana primitiva se les encomendó
un sagrado depósito. Habían de ser ejecutores de la voluntad por la cual
Cristo había legado al mundo el tesoro de la vida eterna... Los creyentes
de todos los tiempos comparten el legado entregado a los primeros
discípulos. Dios desea que todo creyente sea un ejecutor de la voluntad
del Salvador... La labor abnegada del pueblo de Dios en lo pasado es
para sus siervos de la actualidad una lección objetiva y una inspiración.
Hoy el pueblo de Dios ha de ser celoso de buenas obras, apartándose de
toda ambición mundana y caminando humildemente en las pisadas del
humilde Nazareno que anduvo haciendo bienes...
“El Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven”. Esta
comisión de invitar a otros a que vengan concierne a toda la iglesia y se
aplica a todo el que ha aceptado a Cristo como su Salvador personal...
Cada alma que ha oído la invitación divina ha de proclamar el mensaje
por valles y montañas diciendo a todo aquel con quien se relacione:
“Ven”. Desde el momento de la conversión los que reciben a Cristo
deben convertirse en la luz del mundo.—
The Review and Herald, 24 de
marzo de 1910
.
[342]
349