Página 85 - En los Lugares Celestiales (1968)

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Conforme a la voluntad de Dios, 16 de marzo
Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna
cosa conforme a su voluntad, él nos oye. Y si sabemos que él nos
oye en cualquiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos las
peticiones que le hayamos hecho.
1 Juan 5:14, 15
.
Cuando oráis por bendiciones temporales, recordad que el Señor pue-
de ver que no es para vuestro bien o para su gloria el daros exactamente
lo que pedís. Pero él contestará vuestra oración dándoos exactamente lo
que es mejor para vosotros.
Cuando Pablo oró para que fuese quitada la espina de su carne, el
Señor contestó su oración, no quitándole la espina, sino dándole gracia
para soportar la prueba. “Bástate mi gracia”, le dijo. Pablo se gozó
por esta respuesta a su oración declarando: “Por tanto, de buena gana
me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el
poder de Cristo”.
2 Corintios 12:9
. Cuando los enfermos oran por el
restablecimiento de su salud, el Señor no siempre contesta sus oraciones
en la forma exacta que ellos quisieran. Pero aunque no sean sanados
inmediatamente, él les dará lo que es de mucho mayor valor: la gracia
para soportar su enfermedad.—
The Signs of the Times, 18 de noviembre
de 1903
.
Haced vuestras peticiones a vuestro Hacedor. Nunca es rechazado
nadie que acuda a él con corazón contrito. Ninguna oración sincera
se pierde. En medio de las antífonas del coro celestial, Dios oye los
clamores del más débil de los seres humanos. Derramamos los deseos
de nuestro corazón en nuestra cámara secreta, expresamos una oración
mientras andamos por el camino, y nuestras palabras llegan al trono del
Monarca del universo. Pueden ser inaudibles para todo oído humano,
pero no morirán en el silencio, ni serán olvidadas a causa de las activi-
dades y ocupaciones que se efectúan. Nada puede ahogar el deseo del
alma. Este se eleva por encima del ruido de la calle, por encima de la
confusión de la multitud, y llega a las cortes del cielo. Es a Dios a quien
hablamos, y nuestra oración es escuchada.
Vosotros los que os sentís los más indignos, no temáis encomendar
vuestro caso a Dios.—
Palabras de Vida del Gran Maestro, 159, 160
.
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