Las leyes dominicales
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Todo el mundo apoyará la legislación dominical
Los malos [...] declaraban que ellos tenían la verdad, que los
milagros sucedían entre ellos; que los ángeles del cielo hablaban y
caminaban con ellos; que entre ellos se hacían con gran poder señales
y prodigios, y que este era el milenio temporal que habían estado
esperando por tanto tiempo. El mundo entero estaba convertido y en
armonía con la ley del domingo.—
Mensajes Selectos 3:489 (1884)
.
El mundo entero será incitado a la enemistad contra los adven-
tistas del séptimo día, porque ellos no rendirán pleitesía al papado,
honrando el domingo, la institución de este poder anticristiano.—
Testimonios para los Ministros, 37 (1893)
.
Aquellos que pisotean la ley de Dios, elaborarán leyes humanas
que obligarán a la gente a aceptarlas. Los hombres idearán, aconse-
jarán y planearán lo que los demás harán. Todo el mundo guarda el
domingo, dicen, y ¿por qué este pueblo, tan poco numeroso, no está
en armonía con las leyes del país?—
Manuscrito 163, 1897
.
La controversia se centra en la cristiandad
El llamado mundo cristiano será el teatro de acciones grandes y
decisivas. Hombres en posiciones de autoridad pondrán en vigencia
leyes para controlar la conciencia, según el ejemplo del papado.
Babilonia hará que todas las naciones beban del vino del furor
de su fornicación. Toda nación se verá envuelta. Acerca de ese
tiempo Juan el revelador declara: se cita
Apocalipsis 18:3-7
;
17:13-
14
. “Estos tienen un mismo propósito”. Habrá un vínculo de unión
universal, una gran armonía, una confederación de fuerzas de Satanás
“y entregarán su poder y su autoridad a la bestia”. Así se manifiesta
el mismo poder opresivo y autoritario contra la libertad religiosa,
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contra la libertad de adorar a Dios de acuerdo con los dictados de
la conciencia, como lo manifestó el papado cuando en lo pasado
persiguió a los que se atrevieron a no conformarse con los ritos
religiosos y las ceremonias de los romanistas.—
Mensajes Selectos
3:447-448 (1891)
.
Todo el mundo cristiano estará involucrado en el gran conflicto
final entre la fe y la incredulidad.—
The Review and Herald, 7 de
febrero de 1893
.