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Eventos de los Últimos Días
Los santos no perderán sus vidas
Dios no consentiría que los malvados exterminasen a quienes
esperaban la traslación y no se sometían al decreto de la bestia ni
recibían su marca. Vi que si a los malvados se les permitiese exter-
minar a los santos, Satanás se alegraría, con sus malignas huestes
y todos cuantos odiaban a Dios. Y ¡oh, qué triunfo fuera para su
majestad satánica ejercer en la lucha final potestad sobre los que
durante largo tiempo habían esperado contemplar a quien tanto ama-
ban! Los que se burlaron de la idea de la ascensión de los santos
presenciarán la solicitud de Dios por su pueblo y contemplarán su
gloriosa liberación.—
Primeros Escritos, 284 (1858)
.
El pueblo de Dios no quedará libre de padecimientos; pero aun-
que perseguido y acongojado, y aunque sufra privaciones y falta de
alimento, no será abandonado para perecer.—
Seguridad y Paz en el
Conflicto de los Siglos, 687 (1911)
.
Si la sangre de los fieles siervos de Cristo fuese entonces derra-
mada, no sería ya, como la sangre de los mártires, semilla destinada
a dar una cosecha para Dios.—
Seguridad y Paz en el Conflicto de
los Siglos, 692 (1911)
.
Dios proveerá
El Señor me ha mostrado repetidas veces que sería contrario a la
Biblia el hacer cualquier provisión para nuestras necesidades tempo-
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rales durante el tiempo de angustia. Vi que si los santos guardaran
alimentos almacenados o en el campo en el tiempo de angustia,
cuando hubiese en la tierra guerra, hambre y pestilencia, manos
violentas se los arrebatarían y extraños segarían sus campos.
Será entonces tiempo en que habremos de confiar por completo
en Dios, y él nos sostendrá. Vi que nuestro pan y nuestras aguas
nos estarán asegurados en aquel tiempo, y no sufriremos escasez
ni hambre; porque Dios puede preparar mesa para nosotros en el
desierto. Si fuese necesario, mandaría cuervos para que nos alimen-
tasen, como alimentó a Elías, o haría bajar maná del cielo, como lo
hizo en favor de los israelitas.—
Primeros Escritos, 56 (1851)
.
Vi que nos espera un tiempo de angustia, cuando una severa
necesidad obligará al pueblo de Dios a vivir de pan y agua [...]. En el