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La herencia de los santos
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y de Cristo. Así como el conocimiento es progresivo, así también el
amor, la reverencia y la dicha irán en aumento. Cuanto más sepan
los hombres acerca de Dios, tanto más admirarán su carácter. A
medida que Jesús les descubra la riqueza de la redención y los
hechos asombrosos del gran conflicto con Satanás, los corazones de
los redimidos se estremecerán con gratitud siempre más ferviente,
y con arrebatadora alegría tocarán sus arpas de oro; y miríadas de
miríadas y millares de millares de voces se unirán para engrosar el
potente coro de alabanza.—
Seguridad y Paz en el Conflicto de los
Siglos, 736-737 (1911)
.
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Queda siempre un infinito más allá
Se desarrollará toda facultad y toda aptitud aumentará. Se im-
pulsarán las mayores empresas, se lograrán las más elevadas aspira-
ciones y se realizarán las mayores ambiciones. Y aún se levantarán
nuevas alturas a las cuales llegar, nuevas maravillas que admirar,
nuevas verdades que comprender, nuevos objetos que despertarán
las facultades del cuerpo, la mente y el alma.—
La Educación, 307
(1903)
.
No importa cuán lejos podamos avanzar en el conocimiento
de la sabiduría y el poder de Dios, siempre queda un infinito más
allá.—
The Review and Herald, 14 de septiembre de 1886
.
Todo el amor paterno que se haya transmitido de generación a ge-
neración por medio de los corazones humanos, todos los manantiales
de ternura que se hayan abierto en las almas de los hombres, son tan
solo como una gota del ilimitado océano, cuando se comparan con el
amor infinito e inagotable de Dios. La lengua no lo puede expresar,
la pluma no lo puede describir. Podéis meditar en él cada día de
vuestra vida; podéis escudriñar las Escrituras diligentemente a fin
de comprenderlo; podéis dedicar toda facultad y capacidad que Dios
os ha dado al esfuerzo de comprender el amor y la compasión del
Padre celestial; y aun queda su infinidad. Podéis estudiar este amor
durante siglos, sin comprender nunca plenamente la longitud y la
anchura, la profundidad y la altura del amor de Dios al dar a su Hijo
para que muriese por el mundo. La eternidad misma no lo revelará
nunca plenamente.—
Joyas de los Testimonios 2:337 (1889)
.