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Eventos de los Últimos Días
Sería bueno que cada día dedicásemos una hora de reflexión a
la contemplación de la vida de Cristo. Debiéramos tomarla punto
por punto, y dejar que la imaginación se posesione de cada escena,
especialmente de las finales.—
El Deseado de Todas las Gentes, 63
(1898)
.
La única defensa contra el mal consiste en que Cristo more en
el corazón por la fe en su justicia. A menos que estemos vitalmente
relacionados con Dios, no podremos resistir los efectos profanos del
amor propio, de la complacencia propia y de la tentación a pecar.
Podemos dejar muchas malas costumbres y momentáneamente se-
pararnos de Satanás; pero sin una relación vital con Dios por nuestra
entrega a él momento tras momento, seremos vencidos. Sin un co-
nocimiento personal de Cristo y una continua comunión, estamos
a la merced del enemigo, y al fin haremos lo que nos ordene.—
El
Deseado de Todas las Gentes, 291 (1898)
. Cristo, y Cristo crucifi-
cado, debe ser el tema de nuestra meditación, conversación y más
gozosa emoción.—
El Camino a Cristo, 104 (1892)
.
Moldeados por el Espíritu Santo
El corazón humano no puede conocer la felicidad hasta que
se somete para ser moldeado por el Espíritu de Dios. El Espíritu
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conforma el alma renovada según el modelo, Jesucristo. Mediante su
influencia, la enemistad contra Dios se cambia en fe y en amor, y el
orgullo en humildad. El alma percibe la belleza de la verdad, y Cristo
es honrado en la excelencia y la perfección del carácter.—
Nuestra
Elavada Vocacion, 154 (1896)
.
No hay en nuestra naturaleza impulso alguno ni facultad mental
o tendencia del corazón, que no necesite estar en todo momento
bajo el dominio del Espíritu de Dios.—
Historia de los Patriarcas y
Profetas, 446 (1890)
.
El Espíritu ilumina nuestras tinieblas, informa nuestra ignoran-
cia, y nos ayuda en nuestras múltiples necesidades. Pero la mente
debe buscar a Dios en forma constante. Si se permite que la munda-
nalidad entre en ella, si no tenemos deseos de orar, ni deseos de estar
en comunión con él, quien es la fuente de la fortaleza y la sabiduría,
el Espíritu no permanecerá en nosotros.—
Nuestra Elavada Vocacion,
156 (1904)
.