La confirmación y retención de los nuevos conversos
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en la fe y tenéis la gran necesidad de andar humildemente con Dios,
y de aprender diariamente en la escuela de Cristo espaciándoos
especialmente en la meditación y la conversación acerca de las
lecciones que él dio a sus discípulos. Andad con toda humildad de
mente desconfiando de vuestro yo, buscando la sabiduría del Dios
de sabiduría, para que todas vuestras acciones y vuestros métodos
tengan una firme y estrecha conexión con los métodos y la voluntad
de Dios, a fin de que no haya confusión...
Nunca debería olvidar cuán difícil es quitar de las mentes de los
hombres errores que han sido acariciados durante largo tiempo, y
que han sido enseñados desde la infancia. Debemos recordar que la
tierra no es el cielo, que habrá desánimos que enfrentar y que vencer,
pero hay que manifestar paciencia, ternura y piedad con los que
están en las tinieblas. Si queremos llevarlos para que vean la luz, no
lo conseguiremos únicamente mediante argumentos; lo conseguiréis
por la obra de la gracia de Cristo en vuestros propios corazones,
revelada en vuestros caracteres con firmeza y sin embargo con la
mansedumbre y la sencillez de Cristo. Debéis trabajar por las almas
con mucha oración, porque éste es el único método por el cual podéis
alcanzar los corazones. No es vuestra obra, sino que es la obra de
Cristo quien está a vuestro lado, la que impresiona los corazones...
Decidid que no habrá discordia entre vosotros, sino que tendréis
la paz de Cristo en vuestros corazones, porque entonces resultará
muy fácil llevar esa paz a vuestras familias. Pero cuando se descuida
el jardín del corazón las malezas venenosas del orgullo, del amor
propio y de la confianza desmedida en sí mismo, crecen abundante-
mente. Cada uno debe velar en oración por sí mismo.
El carácter que formamos se manifestará en la vida del hogar.
Si hay armonía en el círculo de la familia, los ángeles de Dios mi-
nistrarán en el hogar. Si se dirige la familia con sabiduría, bondad,
mansedumbre y paciencia, combinadas con principios firmes, enton-
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ces podéis tener la seguridad de que el esposo es un vínculo de unión
del hogar. Une a la familia con cuerdas de santidad y la presenta a
Dios, uniéndose él mismo con los suyos en el altar de Dios. ¡Cuánta
luz refleja una familia como ésta!
La familia que es dirigida adecuadamente constituye un argu-
mento favorable en pro de la verdad, y el jefe de ese hogar llevará
a cabo en la iglesia la misma clase de trabajo que ha efectuado