Página 71 - Fe y Obras (1984)

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La calidad de nuestra fe
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de justicia se levante sobre ustedes y brille en sus corazones con sus
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rayos más diáfanos, haciendo de todos ustedes luces en el mundo.
Ustedes pueden ser exactamente lo que Cristo dijo que sus dis-
cípulos deberían ser: “La luz del mundo”.
Mateo 5:14
. Ustedes
deberían esparcir a otros esa luz, esperanza y fe. No deben marchar
en su servicio quejándose, como si El fuera un capataz duro que
pone sobre ustedes cargas que no pueden llevar. Este no es el caso.
El quiere que ustedes estén llenos de gozo, llenos de la bendición
de Dios, a fin de que conozcan la longitud y la anchura y la altura
y la profundidad del amor de Dios, que excede todo conocimiento.
Cuando se menciona su nombre, El quiere que haga vibrar la cuerda
tónica y sus corazones responderán. Entonces podrán ofrecer acción
de gracias y gloria y honor y alabanza a Aquel que se sienta en el
trono y al Cordero.
Deberían aprender a cantar ese cántico aquí; y cuando sean
transformados en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, sabrán
exactamente dónde entonar el cántico de triunfo con los ángeles ce-
lestiales y con los santos redimidos. Hemos de hacer que las bóvedas
celestiales resuenen entonces con alabanza y gloria. Pero hagamos
que las bóvedas resuenen aquí. Despierte este lugar alabanza en
sus corazones. Mientras están en esta tierra contemplen los árbo-
les majestuosos, la alfombra de terciopelo verde, y permitan que la
alabanza surja en sus corazones. Alaben a Dios porque tenemos el
privilegio de estar en este mundo, hermoso como es. Nos dirigimos
a un lugar mejor. Esta tierra va a ser purificada, fundida, y hecha sin
pecado.
¿No tenemos todo lo necesario para que nuestras mentes estén
dirigidas al cielo? ¿No tenemos todo lo necesario para hacernos
salir de esta mundanalidad y sensualidad, esta charla barata y sin
sentido, estas bromas y chanzas, este falso testimonio, charlatanería
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y suposiciones malignas? ¡Pongan todo eso a un lado! ¡Es una
desgracia para la iglesia! La enferma y debilita.
Sea nuestra conversación santa. Como Dios es santo en su esfera,
seamos santos en la nuestra. Regocijémonos en el precioso Salvador,
que murió para redimirnos, y reflejemos la gloria a Dios. Unámonos
con el cielo en nuestras alabanzas aquí y unámonos a los cánticos
de los ángeles celestiales en la ciudad de nuestro Dios.
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