Página 146 - Hijas De Dios (1999)

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Hijas De Dios
Una carta animadora
La siguiente carta fue dirigida a Marta Bourdeau, la hermana
menor de George I. Butler, un dirigente prominente en la Iglesia
Adventista del Séptimo Día. Estuvo casada con Guillermo Andrews,
hermano de J. N. Andrews, el primer misionero oficialmente enviado
por la iglesia. Cuando A. C. Bourdeau fue a Europa como misionero
en 1884, Marta, entonces viuda, se casó con él, y fueron a trabajar
en Italia
.
Marta Bourdeau era una mujer afligida por sentimientos de duda,
indignidad, abatimiento y desánimo.
Querida Hna. Marta: Llegamos aquí [Tramelán, Suiza], el último
viernes, y el Señor me dio algunas preciosas muestras de su bon-
dad. Hablé con libertad a nuestros hermanos y hermanas acerca de
Malaquías 4:6
, y el Señor habló a nuestros corazones. El hermano
Abel Guenin, que había estado desanimado por algún tiempo y no
había asistido a las reuniones, se quebrantó y confesó su falta, su
indiferencia y su desánimo. Mencionó que no deseaba continuar
con esos sentimientos, sino quería estar en armonía con la iglesia
y con su deber en el temor de Dios. Mientras hablaba, las lágrimas
corrían por su rostro. Su madre, que no había participado en las
actividades de la iglesia, y que tenía muchos prejuicios contra los
norteamericanos, habló por la primera vez. Dio un buen testimonio.
Un joven panadero, empleado de Oscar Roth, también hizo una
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humilde confesión. El Espíritu de Dios verdaderamente estaba en
la reunión y se manifestó un dulce poder entre nosotros. Después
de la reunión tuvimos momentos de oración en la casa del hermano
Roth y oramos por el hijo del hermano Guenin. Mientras oraba, el
hermano Juan Vuilleumier traducía la oración. La bendición del
Señor se posó sobre el joven, quien con lágrimas en sus ojos confesó
sus faltas y se dio la mano con sus hermanas. Fue en verdad un
precioso momento...
Marta, mis pensamientos están con usted en Torre Pellice [Italia].
Creo que usted y su esposo deberían asistir a la reunión de la Aso-
ciación. Quisiera verla allí, y quisiera verla confiando plenamente en
el precioso Salvador. El dio su vida por usted porque valora su alma.
Hace algún tiempo tuve un sueño. Estaba paseando en un jardín.
Usted estaba a mi lado, diciendo constantemente: “¡mire ese arbusto