El estudio de la Biblia y la oración son esenciales
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sus hogares sin haber sido refrescados ni bendecidos.—
The Review
and Herald, 22 de abril de 1884
.
La comunión con Dios es necesaria
—Varias veces al día de-
bieran dedicarse preciosos y dorados momentos a la oración y el
estudio de las Escrituras, aunque sea para memorizar un texto y
traer vida espiritual al alma. Los variados intereses de la causa nos
proveen alimento para nuestra reflexión, e inspiración para nuestras
oraciones. La comunión con Dios es esencial para nuestra salud es-
piritual. Sólo así puede obtenerse la sabiduría y el juicio necesarios
para realizar nuestros deberes.—
Testimonies for the Church 4:459
(1880)
.
No se descuide la oración
—Algunos, temiendo sufrir la pér-
dida de tesoros terrenales, descuidan la oración y las reuniones de
adoración a Dios, para tener más tiempo para dedicar a sus granjas
o a sus negocios. Muestran por sus obras cuál es el mundo que
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estiman más. Sacrifican los privilegios religiosos, esenciales para
su desarrollo espiritual, por las cosas de esta vida, y no obtienen
el conocimiento de la voluntad divina. No logran perfeccionar el
carácter cristiano ni satisfacen la norma de Dios. Ponen sus intereses
temporales y mundanos en primer lugar, y le roban a Dios el tiempo
que debieran dedicarle a su servicio. Dios observa a esas personas,
y recibirán una maldición en lugar de una bendición.—
2TPI, 577
(1871)
.
Quienes busquen a Jesús, lo encontrarán
—¿Acaso no es
tiempo de orar? ¿No es tiempo de decirle al Señor: guárdame con tu
poder? Dejar al Señor fuera de nuestra vista, no disminuye nuestras
aflicciones, sino las multiplica. Tener un espíritu cristiano es tan
esencial en las actividades cotidianas como tener al Espíritu Santo
en el lugar acostumbrado de oración. Todos necesitamos buscar al
Señor para que la gracia cristiana sea evidente. Y todos los que
busquen al Señor, lo encontrarán; y en él encontrarán la ayuda para
todo tiempo de necesidad.—
Manuscript Releases 21:358 (1898)
.
Vencedores mediante Cristo
—No llevéis vuestras penas y di-
ficultades a un ser humano; llevadlas a Aquel que es capaz de dar
“abundantemente”. El sabe cómo ayudar. No cambiéis al amante y
compasivo Redentor por amigos humanos que, aunque tengan las
mejores intenciones de ayudar, pueden conducir a caminos equivo-
cados. Llevad todas vuestras cargas a Jesús.