Página 89 - Hijas De Dios (1999)

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La mujer en la enseñanza
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poderes de la mente. Si los padres y maestros no han aprendido
las lecciones de dominio propio, paciencia, benignidad, cortesía y
amor, ciertamente estarán descalificados para educar propiamente a
los niños. ¡Qué responsabilidad descansa sobre padres, maestros y
tutores! Hay muy pocos que comprenden las necesidades esenciales
de la mente, y la forma de orientar el desarrollo del intelecto y
los crecientes pensamientos y sentimientos de la juventud.—
The
Review and Herald, 1 de septiembre de 1872
.
La enseñanza es la obra más hermosa y difícil a la vez
—Esta
obra [la enseñanza] es la más hermosa y difícil que haya sido confia-
da a los seres humanos. Requiere tacto y sensibilidad delicadísimos,
conocimiento de la naturaleza humana, fe y paciencia divinas, dis-
puestas a obrar, velar y esperar. Nada puede ser más importante que
esa obra.—
La Educación, 283 (1903)
.
Los maestros son verdaderos misioneros
La necesidad del toque divino
—Los maestros y estudiantes
en nuestra escuela necesitan del toque divino. Si se incentivara el
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espíritu misionero a pesar de que tomase algunas horas al programa
de estudio; si hubiera más fe y celo espiritual; si se comprendiera
que Dios puede hacer más de lo que ha hecho por maestros y es-
tudiantes si su causa no fuera restringida como ha ocurrido en el
pasado, entonces la bendición celestial sería otorgada. Todavía hay
fibras sagradas que deben ser tocadas. Tanto los maestros como los
estudiantes deben mostrar que son educables.
Los jóvenes y señoritas serán bendecidos en la proporción en que
el verdadero espíritu misionero sea combinado con su entrenamiento
y educación. Los estudiantes deben comenzar a realizar trabajo
misionero con aquellos que los rodean. Al hacerlo, avanzarán y
crecerán intelectualmente, y se prepararán para el tiempo cuando sus
estudios finalicen. Cuando se acerquen a los que están interesados, lo
harán bajo las órdenes del mayor Maestro que el mundo ha conocido.
Es esencial que aprendan a comunicar el conocimiento de la verdad
que reciben. La práctica de hablar a otros acerca de Cristo; de leerles
y explicarles su Palabra, fijará en la mente del estudiante tanto la
Palabra como la verdad que ésta enseña.