Página 317 - La Historia de la Redenci

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Una firme plataforma
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no fueron beneficiados por las enseñanzas del Señor. Su oposición al
mensaje que anunciaba su venida los ubicó donde no podían recibir
fácilmente las evidencias más concluyentes de que él era el Mesías.
Satanás indujo a los que rechazaron el mensaje de Juan a que avan-
zaran aún más, es a saber, que rechazasen y crucificasen a Cristo.
Al hacerlo, se situaron donde no pudieron recibir la bendición de
Pentecostés, que les habría enseñado el camino al santuario celestial.
El rasgamiento del velo del templo demostró que los sacrificios y
los ritos judaicos ya no serían aceptados. El gran Sacrificio ya había
sido ofrecido y aceptado, y el Espíritu Santo que descendió en el
día de Pentecostés apartó la atención de los discípulos del santuario
terrenal para dirigirla al celestial, donde Jesús entró por medio de
su propia sangre, para derramar sobre sus discípulos los beneficios
de su expiación. Pero los judíos fueron abandonados en medio
de las tinieblas más completas. Perdieron toda la luz que podrían
haber tenido acerca del plan de salvación, y siguieron confiando
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en sus inútiles sacrificios y ofrendas. El santuario celestial había
reemplazado al terrenal, pero ellos no se dieron cuenta del cambio.
Por lo tanto no podían beneficiarse con la mediación de Cristo en el
lugar santo.
Muchos consideran con horror la conducta seguida por los judíos
al rechazar a Cristo y crucificarlo; y cuando leen la historia del trato
vergonzoso que recibió, creen que lo aman, y que no lo habrían
negado como Pedro, ni lo habrían crucificado como los judíos. Pero
Dios, que lee los corazones de todos, probó el amor a Jesús que ellos
profesaban tener.
Todo el cielo observó con el más profundo interés la recepción
que se dio al mensaje del primer ángel. Pero muchos de los que
profesaban amar al Señor, y que derramaban lágrimas al leer la
historia de la cruz, se burlaron de las buenas nuevas de su venida. En
vez de recibir el mensaje con alegría, afirmaron que era un engaño.
Aborrecieron a los que amaban su aparición y los expulsaron de
las iglesias. Los que rechazaron el primer mensaje no se pudieron
beneficiar con el segundo; tampoco pudieron beneficiarse con el
clamor de medianoche, que había de prepararlos para entrar con
Jesús por la fe en el lugar santísimo del santuario celestial. Y al
rechazar los dos mensajes anteriores entenebrecieron de tal manera