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El Ministerio de Curacion
que Jesús había venido como rey para establecer un reino terrenal,
él se esforzaba para invertir sus pensamientos de lo terrenal a lo
espiritual. El mero éxito mundano hubiera impedido su obra.
Y la admiración de la frívola muchedumbre discordaba con su
temperamento. No había egoísmo en su vida. El homenaje que el
mundo tributa a la posición social, a la fortuna o al talento era extraño
al Hijo del hombre. Jesús no se valió de ninguno de los medios que
emplean los hombres para granjearse la lealtad y el homenaje. Siglos
antes de su nacimiento había dicho de él un profeta: “No clamará, ni
alzará, ni hará oír su voz en las plazas. No quebrará la caña cascada,
ni apagará el pábilo que humeare: sacará el juicio a verdad.”
Isaías
42:2, 3
.
Los fariseos buscaban la distinción por medio de su escrupuloso
formalismo ceremonial, y por la ostentación de sus actos religiosos
y sus limosnas. Probaban su celo religioso haciendo de la religión el
tema de sus discusiones. Largas y ruidosas eran las disputas entre
sectas opuestas, y no era raro oír en las calles la voz airada de sabios
doctores de la ley empeñados en acaloradas controversias.
Todo esto contrastaba con la vida de Jesús, en la que jamás se
vieron ruidosas disputas, ni actos de adoración ostentosa, ni esfuerzo
por cosechar aplausos. Cristo estaba escondido en Dios, y Dios se
revelaba en el carácter de su Hijo. A esta revelación deseaba Jesús
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encaminar el pensamiento del pueblo.
El Sol de justicia no apareció a la vista del mundo para deslum-
brar los sentidos con su gloria. Escrito está de Cristo: “Como el
alba está aparejada su salida.”
Oseas 6:3
. Suave y gradualmente raya
el alba, disipando las tinieblas y despertando el mundo a la vida.
Así también nacía el Sol de justicia, trayendo “en sus alas ... salud.”
Malaquías 4:2
.
“He aquí mi siervo, yo le sostendré;
mi escogido, en quien mi alma toma contentamiento.”
Isaías 25:1.
“Fuiste fortaleza al pobre,