Página 21 - La Maravillosa Gracia de Dios (1973)

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Sus principios de gobierno, 12 de enero
De manera que la ley a la verdad es santa, y el mandamiento santo,
justo y bueno.
Romanos 7:12
.
La ley de Dios, por su naturaleza misma, es inmutable. Es una revelación
de la voluntad y del carácter de su Autor. Dios es amor, y su ley es amor.
Sus dos grandes principios son el amor a Dios y al hombre... El carácter de
Dios es justicia y verdad; tal es la naturaleza de su ley...
Al principio el hombre fue creado a la imagen de Dios. Estaba en
perfecta armonía con la naturaleza y la ley de Dios; los principios de
justicia estaban grabados en su corazón. Pero el pecado lo separó de su
Hacedor. Ya no reflejaba más la imagen divina. Su corazón estaba en guerra
con los principios de la ley de Dios... Mas “de tal manera amó Dios al
mundo, que dio a su Hijo unigénito”, para que el hombre fuese reconciliado
con Dios. Por los méritos de Cristo puede restablecerse la armonía entre el
hombre y su Creador. Su corazón debe ser renovado por la gracia divina;
debe recibir nueva vida de lo alto. Este cambio es el nuevo nacimiento...
El primer paso hacia la reconciliación con Dios, es la convicción del
pecado... “Por la ley es el conocimiento del pecado”.
Romanos 3:20
. Para
reconocer su culpabilidad, el pecador debe medir su carácter por la gran
norma de justicia que Dios dio al hombre. Es un espejo que le muestra la
imagen de un carácter perfecto y justo, y le permite discernir los defectos
de su propio carácter. La ley revela al hombre sus pecados... Declara que la
muerte es lo que le toca al transgresor. Sólo el Evangelio de Cristo puede
librarle de la condenación o de la mancha del pecado. Debe arrepentirse ante
Dios cuya ley transgredió, y tener fe en Cristo y en su sacrificio expiatorio...
En el nuevo nacimiento el corazón viene a quedar en armonía con Dios,
al estarlo con su ley. Cuando se ha efectuado este gran cambio en el pecador,
entonces ha pasado de la muerte a la vida, del pecado a la santidad, de la
transgresión y rebelión a la obediencia y a la lealtad.—
El Conflicto de los
Siglos, 520-523
.
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