En la escuela de Cristo, 17 de noviembre
Te haré entender, y te enseñaré el camino en que debes andar; sobre
ti fijaré mis ojos.
Salmos 32:8
.
El que procura con diligencia adquirir la sabiduría de las escuelas hu-
manas, debe recordar que otra escuela lo reclama también como estudiante.
Cristo fue el mayor maestro que el mundo vio jamás. Trajo al hombre
conocimiento directo del cielo...
En la escuela de Cristo, los estudiantes nunca se gradúan. Entre los
alumnos se cuentan tanto viejos como jóvenes. Los que prestan atención
a las instrucciones del divino Maestro, adelantan constantemente en sabi-
duría, refinamiento y nobleza del alma. Y así están preparados para entrar
en aquella escuela superior donde el progreso continuará durante toda la
eternidad.
La sabiduría infinita nos presenta las grandes lecciones de la vida—
lecciones de deber y felicidad. A menudo son difíciles de aprender, pero sin
ellas no podemos hacer ningún progreso real... En este mundo, en medio
de sus pruebas y tentaciones, es donde hemos de adquirir idoneidad para la
sociedad de los puros y santos. Los que se dejan absorber de tal manera por
estudios menos importantes, que cesan de aprender en la escuela de Cristo,
están arrostrando una pérdida infinita...
En la religión de Cristo hay una influencia regeneradora que transforma
todo el ser, elevando al hombre por encima de todo vicio degradante y
rastrero, y alzando los pensamientos y deseos hacia Dios y el cielo... Toda
facultad, todo atributo con que el Creador ha dotado a los hijos de los
hombres, se han de emplear para su gloria; y en este empleo se halla su
ejercicio más puro, más santo y más feliz. Mientras se tengan por supremos
los principios religiosos, todo paso hacia adelante en la adquisición de
conocimiento o en el cultivo del intelecto, es un paso hacia la asimilación
de lo humano con lo divino, lo finito con lo infinito...
El que sigue la dirección divina, ha hallado la única fuente verdadera
de gracia salvadora y felicidad real, y ha obtenido el poder de impartir
felicidad a todos los que lo rodean... El amor a Dios purifica y ennoblece
todo gusto y deseo.—
Consejos para los Maestros Padres y Alumnos acerca
de la Educación Cristiana, 41-43
.
[330]
340