Vuestro real nacimiento, 27 de febrero
Así, pues, nosotros, como colaboradores suyos, os exhortamos
también a que no recibáis en vano la gracia de Dios.
2 Corintios 6:1
.
Muchos que pretenden ser cristianos, no lo son... Dios no lleva al cielo
sino a aquellos que han sido santificados en este mundo por medio de la
gracia de Cristo, aquellos en quienes él puede ver a Cristo ejemplificado...
“El Señor es muy misericordioso y compasivo”.
Santiago 5:11
... Con-
templa con lástima su herencia redimida. Está listo para perdonar sus
pecados si quieren someterse y ser leales a él. Para ser justo y no obstante
justificar al pecador, depositó el castigo del pecado sobre su Hijo unigénito...
Por causa de Cristo perdona a los que le temen. No ve en ellos la vileza del
pecador. Reconoce en ellos la semejanza de su Hijo en quien creen. Sólo
de esta manera Dios puede complacerse en cualquiera de nosotros. “Mas a
todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad
de ser hechos hijos de Dios”.
Juan 1:12
.
Si no fuera por el sacrificio expiatorio de Cristo no habría nada en
nosotros que pudiera agradar a Dios. Toda la natural bondad del hombre
carece de valor a la vista de Dios. No se complace en nadie que retiene
su antigua naturaleza y no es renovado en conocimiento y gracia al punto
de ser un nuevo hombre en Cristo. Nuestra educación, nuestros talentos,
nuestros medios, son dones que Dios nos ha confiado para probarnos. Si
los empleamos para glorificarnos a nosotros mismos, Dios dice: “No puedo
complacerme en ellos; porque Cristo murió en vano por ellos”...
Para adornar la doctrina de Cristo, nuestro Salvador, debemos tener el
sentir que hubo en Cristo. Lo que nos gusta o lo que no nos gusta, nuestro
deseo de ser los primeros, de favorecer el yo en perjuicio de los demás,
deben ser vencidos. La paz de Dios debe reinar en nuestros corazones.
Cristo debe ser en nosotros un principio vivo y activo...
Mediante vuestra obediencia a Dios, respetaos como la posesión adqui-
rida de su amado Hijo. Tratad de ser elevados en Cristo. Esta obra es tan
duradera como la eternidad... ¿Olvidaremos nosotros, hijos e hijas de Dios,
nuestra progenie real?—
The Review and Herald, 24 de agosto de 1897
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