Al alcance de todos, 17 de marzo
En quien tenemos seguridad y acceso con confianza por medio de la
fe en él.
Efesios 3:12
.
Muchos de los que están buscando con sinceridad la santidad de corazón
y la pureza de la vida parecen perplejos y desanimados... Las tinieblas y el
desánimo a veces vendrán sobre el alma y nos amenazarán con abrumarnos;
pero no debemos perder nuestra confianza. Hemos de mantener nuestros
ojos fijos en Jesús, ora sintamos o no. Debemos tratar de realizar fielmente
todo deber conocido, y entonces descansar con tranquilidad en las promesas
de Dios.
A veces un profundo sentimiento de nuestra indignidad estremecerá
nuestra alma con una conmoción de terror; pero esto no es una evidencia
de que Dios ha cambiado hacia nosotros, o nosotros hacia Dios. No debe
hacerse ningún esfuerzo para que el alma alcance cierta intensidad de
emoción. Podemos hoy no sentir la paz y el gozo que sentimos ayer; pero por
la fe debemos asirnos de la mano de Cristo, y confiar en él tan plenamente
en las tinieblas como en la luz.
Satanás puede susurrar: “Eres un pecador demasiado grande para que
Cristo te salve”. Aun cuando reconozcáis que sois verdaderamente peca-
dores e indignos, debéis hacer frente al tentador con el clamor: “En virtud
de la expiación, yo reclamo a Cristo como mi Salvador. No confío en mis
propios méritos, sino en la preciosa sangre de Jesús, que me limpia. En esta
circunstancia aferro mi alma impotente a Cristo”...
No os desaniméis porque vuestro corazón parezca duro. Todo obstáculo,
todo adversario interno, solamente aumenta vuestra necesidad de Cristo. El
vino para quitar el corazón de piedra y daros un corazón de carne. Mirad a él
para recibir gracia especial a fin de vencer vuestras faltas peculiares. Cuando
sois asaltados por la tentación, resistid con firmeza las malas insinuaciones...
Clamad al querido Salvador por ayuda para sacrificar todo ídolo, y para
apartar de vosotros todo pecado acariciado. Que el ojo de la fe vea a
Jesús intercediendo ante el trono del Padre, presentando sus manos heridas
mientras ruega por vosotros. Creed que el poder os viene por medio de
vuestro precioso Salvador.—
Edificación del Carácter y Formación de la
Personalidad, 117-120
.
[85]
84