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Capítulo 29—La vida victoriosa
La paz proviene de la confianza en el poder divino. Tan pronto
como el ser humano resuelve obrar de acuerdo con la luz que ha
recibido, el Espíritu Santo da más luz y más fuerza. Se concede la
gracia del Espíritu para cooperar con la resolución del ser humano,
aunque no reemplaza al ejercicio individual de la fe. El éxito en
la vida cristiana depende de que uno se apropie de la luz que Dios
ha dado. Lo que libera al ser en Cristo no es la abundancia de luz
y evidencia, sino la elevación de las facultades, la voluntad y las
energías del espíritu que claman con sinceridad: “¡Creo! ¡Ayuda mi
poca fe”
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Me regocijo por las brillantes perspectivas del futuro, y otro tanto
puede hacer usted. Tenga ánimo y alabe al Señor por su misericordia.
Confíele todo lo que no pueda entender. Él lo ama, y se compadece
de todas sus debilidades. “En Cristo nos bendijo con toda bendición
espiritual en los cielos”
No puede satisfacer el corazón del Infinito
dar a los que aman a su Hijo una bendición menor que la que le da a
él.
Satanás trata de apartar nuestra mente del poderoso Ayudador
para inducirnos a pensar en la degeneración de nuestro ser. Pero
aunque Jesús ve la culpa del pasado, pronuncia palabras de perdón,
y no debemos deshonrarlo dudando de su amor. El sentimiento de
culpa debe quedar al pie de la cruz; si no lo hacemos, envenenará las
fuentes de la vida. Cuando Satanás profiera sus amenazas, apártese
de ellas y consuele su espíritu con la promesa de Dios. La nube
puede ser oscura, pero cuando la llena la luz del cielo, refulge con el
resplandor del oro, porque la gloria de Dios descansa sobre ella.
Los hijos de Dios no deben estar sujetos a los sentimientos y las
emociones. Cuando vacilan entre la esperanza y el temor, hieren el
corazón de Cristo, porque él les ha dado pruebas evidentes de su
amor. Quiere que se afirmen, fortalezcan y cimenten en la santísima
fe. Quiere que hagan la obra que les ha confiado; entonces su corazón
será como un arpa sagrada en las manos divinas, cada una de cuyas
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