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Mensajes para los Jóvenes
propios méritos, sino en la preciosa sangre de Jesús, que me limpia.
En este momento hago depender mi ser impotente de Cristo”. La
vida cristiana debe ser una vida de fe constante y viva. Una confianza
inflexible, una firme dependencia de Cristo, proporcionarán paz y
seguridad al espíritu.
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No desanimarse
No se desanimen porque el corazón parezca duro. Cada obstáculo
y cada enemigo interior lo único que hace es aumentar la necesidad
de Cristo. Él vino para quitar el corazón de piedra y darles un
corazón de carne. Acudan a él para obtener gracia especial para
vencer las faltas peculiares. Cuando los asalte la tentación, resistan
persistentemente las incitaciones del mal; díganse: “¿Cómo puedo
deshonrar a mi Redentor? Me he entregado a Cristo; no puedo
hacer las obras de Satanás”. Clamen al amado Salvador para que los
ayude a sacrificar todo ídolo y abandonar todo pecado acariciado.
Contemple el ojo de la fe a Jesús de pie ante el trono del Padre,
presentando sus manos heridas para suplicar por ustedes. Crean que
reciben fuerza mediante el precioso Salvador.
La contemplación de Cristo
Contemplen por la fe las coronas atesoradas para los que vence-
rán; escuchen el canto de triunfo de los redimidos: “¡Digno, digno
es el Cordero que fue muerto y nos ha redimido para Dios!” Esfuér-
cense por considerar estas escenas como reales. Esteban, el primer
mártir cristiano, en su terrible conflicto con los principados, las po-
testades y las malicias espirituales en lugares encumbrados, exclamó:
“Veo los cielos abiertos, y al Hijo del hombre de pie a la diestra de
Dios”
Le fue revelado el Salvador del mundo como si estuviera
contemplándolo desde el cielo con el más profundo interés, y la luz
gloriosa del rostro de Cristo brilló sobre Esteban con tal fulgor, que
hasta sus enemigos vieron que su rostro resplandecía como el rostro
de un ángel.
Si permitiéramos que nuestra mente meditara más en Cristo y
en el mundo celestial, hallaríamos un estímulo y un apoyo poderoso
para pelear las batallas del Señor. El orgullo y el amor al mundo