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Mensajes para los Jóvenes
Si queremos desarrollar un carácter que Dios pueda aceptar,
debemos formar hábitos correctos en nuestra vida religiosa. La
oración diaria es tan esencial para el crecimiento en la gracia y
aun para la misma vida espiritual, como el alimento temporal lo es
para el bienestar físico. Deberíamos acostumbrarnos a elevar con
frecuencia los pensamientos a Dios en oración. Si la mente se desvía,
debemos hacerla volver; por el esfuerzo perseverante, el hábito lo
hará fácil al final.
No hay seguridad separándonos un solo momento de Cristo.
Podemos contar con su presencia para ayudarnos a cada paso, pero
solamente si observamos las condiciones que él mismo ha dictado.
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Hacer de la religión una tarea
La religión debe convertirse en la gran tarea de la vida. Todas las
demás cosas deberían subordinarse a esta. Todas nuestras facultades
mentales, físicas y espirituales deben ser empleadas en la lucha
cristiana. Debemos mirar a Cristo para recibir fuerza y gracia, y
ganaremos la victoria tan ciertamente como que Jesús murió por
nosotros [...].
Debemos acercarnos más a la cruz de Cristo. La contrición al pie
de la cruz es la primera lección de paz que tenemos que aprender. El
amor de Jesús, ¿quién lo puede comprender? Es infinitamente más
tierno y abnegado que el amor de una madre. Si queremos conocer
el valor de un ser humano debemos mirar con fe viviente hacia la
cruz, y empezar así el estudio que será la ciencia y el canto de los
redimidos por toda la eternidad. Únicamente se puede calcular el
valor de nuestro tiempo y de nuestros talentos por la grandeza del
rescate pagado por nuestra redención. ¡Cuánta ingratitud mostramos
hacia Dios cuando le robamos lo suyo al privarlo de nuestros afectos
y nuestro servicio! ¿Es demasiado el entregarnos a quien lo ha
sacrificado todo por nosotros? ¿Podemos escoger la amistad del
mundo antes que los honores inmortales que Cristo brinda: “Que se
siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido y me he sentado
con mi Padre en su trono”